Por Claudia Arévalo
Vacunas: reveses, oportunidades y esperanza.
Quisiera comenzar con una reflexión personal y luego continuar hacia el tema principal: la época en la que vivimos nos ha envuelto a todos en el temor y la incertidumbre; la incapacidad de hacer planes, decidir si podremos salir o no de nuestras casas, o el no saber si nuestros hijos, padres o hermanos al salir de ellas regresarán sanos y salvos, hace que algunos días sean, a veces, peores a los anteriores. En este momento, cualquier acción que nos dé esperanza se hace importante y nos lleva a hacer cosas que en otras circunstancias hubiésemos considerado ridículas.
Sumemos a esto el proceso electoral que ha logrado que además de incertidumbre y miedo hayamos caído en una completa histeria, donde todos están contra todos y nuestra solidaridad, diplomacia y empatía son casi nulas.
¿La cruda verdad? No existe remedio efectivo contra el COVID-19 hasta ahora y si bien muchos medicamentos o sustancias se encuentran a prueba, todavía estamos lejos de encontrar algo que nos dé una seguridad de cura o la de saber que, si el ‘bicho’ nos invade, no nos llevará a la muerte.
Dicho esto, el punto principal de esta columna es este: no hay más solución para esta pandemia que las vacunas. Una exitosa campaña de vacunación hará que las tasas de infección, hospitalización y mortalidad disminuyan, una premisa más que probada con las vacunas ‘regulares’: podemos afirmar, de manera verificable, que nadie ha muerto de sarampión, varicela o difteria durante muchos años en nuestro país y en otras partes del mundo.
Sin embargo, no solo el proceso de obtención de las vacunas en nuestro país está amenazado por el retraso de los 37 millones de dosis de la vacuna Synopharm (Beijing) temporalmente ‘suspendido’ por la incertidumbre causada por los intereses secundarios del vacunagate; adicionalmente, la aceptación de las vacunas ha disminuido, por ejemplo, porque en otros lugares del mundo la presencia de casos aislados de efectos secundarios ha dañado esa confianza.
Sin embargo sigo a mi naturaleza optimista, y quiero y debo decir que existe una esperanza para países como el nuestro, en un proyecto que busca un proceso de obtención y distribución equitativo, solidario y progresista, impulsado por algunos países como Rusia y China, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y un conjunto de organizaciones no gubernamentales y personas prominentes bajo la iniciativa denominada The People’s Vaccine (peoplesvaccine.org). El movimiento busca que las vacunas sean declaradas bienes públicos, libres de comercialización, asegurando su acceso mundial, sobre todo en los países de menores ingresos.
Esta iniciativa pide y promueve que las vacunas no sirvan para obtener beneficios económicos, que la patentes se liberen para que cualquier país con la suficiente capacidad tecnológica pueda atener acceso a su producción, asegurar que el precio de las vacunas ofertadas a los estados de pequeño y mediano ingreso sea el justo, que se prevengan los monopolios y que la locación de las vacunas sea justa y equitativa.
Siento que, aunque inicié esta columna con una reflexión un poco oscura, existe en nuestra humanidad personas que nunca dejarán que los intereses secundarios se antepongan a los principios de justicia y equidad y que lucharán por ellos hasta el final, y creo que cada uno de nosotros debe encontrar a esa persona dentro suyo para poder vencer a la pandemia. Como dije arriba, las vacunas serán la solución, pero también la solidaridad.
Finalizo con un mensaje de solidaridad y una invitación. El primero viene de Jonathan Salk creador y dueño de la patente de la vacuna contra la polio: “¿Cómo podríamos patentar una vacuna? ¿Podríamos patentar el sol? La invitación: a todas las organizaciones gubernamentales y no gubernamentales, personajes prominentes, científicos reconocidos y a la sociedad en general a unirse a esta iniciativa de acceso libre y equitativo de las vacunas, pues tenemos que entender, como ha dicho Anthony Fauci, que “ninguno estará a salvo, si todos no estamos a salvo; si no lo hacemos por solidaridad, por lo menos que sea por un principio de sobrevivencia”. Y es que finalmente la vacunación es un proceso comunitario, no individual.