Por Claudia Arévalo
La última semana pudimos ver, impresionados, a ciudades enteras de Pakistán arrasadas
por las inundaciones, por un torrente de lluvias en uno de los peores desastres que ha
tenido hasta ahora ese país. Según las noticias más de 1 100 personas han muerto y 33
millones se han visto afectadas. Los torrentes de agua han destrozado aldeas y tierras de
cultivo.
Sin embargo, esta crisis -obviamente causada por el cambio climático- y la exacerbación de
los fenómenos naturales, afectan de manera inclemente a un país que solamente es
responsable del 1% de los gases que producen el efecto invernadero. Según el índice de
Riesgo Climático Global, Pakistán siempre ha estado en los primeros lugares de
vulnerabilidad climática y, según los expertos, los daños provocados por estas inundaciones
costarán unos 10 mil millones de dólares.
Entonces nos preguntamos: ¿dónde quedan la salud pública, los sistemas de salud o
cualquier otra estructura estatal que pudiera ayudar a recomponer la vida de las
poblaciones afectadas en este tipo de emergencias? ¿Es lógico ponerse a pensar en
reformar sistemas de salud o aumentar presupuestos para respuesta pandémica, cuando la
mayor causa de los principales problemas de salud sigue siendo ignorado?
Según los expertos, dentro de unos años ya no habrá punto de retorno para el cambio;
entonces, las crisis de salud, alimentaria y climática serán una sola. ¿Cuánta gente se
convertirá en migrante después de cada desastre? ¿En qué lugares llenos de enfermedad y
precariedad terminarán habitando? Según los números actuales, 22 millones y medio de
personas son desplazadas debido a eventos climáticos o desastres relacionados a estos;
estas personas no tendrán el mas mínimo acceso a servicios de salud, y menos políticas de
bienestar. ¿Es esto justo? Hasta cuando aceptaremos como normal que siempre los
desposeídos o vulnerables sean los que paguen por nuestros excesos.
Aceptar la realidad de la crisis climática, y buscar como detenerla mientras esto es posible,
es muy importante para poder implementar los cambios y mejoras en los sistemas de salud.
Así como la crisis del COVID19, debemos aceptarla y declararla emergencia global para
poder contenerla. En el caso del COVID19 las perdidas económicas y la conservación de la
masa productiva ha costado miles de millones de dólares a muchos países: lo que no
parecemos entender colectivamente es que las perdidas por el cambio climático serán 10
veces peores, y que tal vez nos cuesten el futuro planetario y la pérdida de nuestra especie.
Y sin embargo creo que, en este momento específico, tenemos el potencial científico y
tecnológico para hacer retroceder la crisis climática; el problema no es ese: el problema es
la falta de voluntad política de reparación y respuesta en los países más ricos, entre ellos los que forman parte del G7, a pesar de que ellos mismos están sufriendo a menor escala la crisis climática.
El verano de 2022 ha sido uno de los mas calientes en Europa y América; se han registrado
muchas muertes por shocks de calor, y también el incremento de otras enfermedades
derivadas; en algunas ciudades del Oeste de los Estados Unidos no se ha tenido abastecimiento de agua potable por semanas. Aun así, esto no se compara a los
desastres como las inundaciones ocurridas en Pakistán.
Lamentablemente, aunque ya están siendo afectados directamente, los países que
gobiernan el mundo no ponen el suficiente esfuerzo para solucionar el problema; sus
declaraciones se quedan en meros papeles que no contienen un compromiso de retroceso y
un cambio de sistema económico y productivo serio. Y si el capitalismo ha aumentado el PBI global durante más de 100 años, a la vez ha destrozado el planeta de una manera
irreparable en algunos espacios, cuya recuperación demorará mucho más que esos 100
años.
El sistema capitalista mundial nos está llevando al desastre planetario, y está poniendo una
presión asombrosa en los ecosistemas de los países más vulnerables; que no nos extrañe
“hablando fríamente como ecólogos que reconocen el planeta entero como un ecosistema
complejo”, que en la tendencia de autorregularse los desastres climáticos y las
enfermedades sean el juste de la capacidad de carga del sistema, la cual obviamente hemos sobrepasado.