Por Alejandra Castillo
El resultado de las elecciones ha sido inesperado para algunos y predecible para otros. No obstante, más allá de medir los resultados, es necesario una reflexión sobre lo que resume de la situación del llamado “sistema” de partidos.
La base de un sistema democrático es la competencia, es decir, que mediante elecciones competitivas los ciudadanos escogen a sus representantes para que ellos ejerzan la dirección del país por un período de tiempo. Para que se registre una competencia debe existir oferta política que convenzan a los electores. En los últimos 30 años, la oferta ha fallado; las elecciones se han basado en personalidades por encima del equipo técnico-político o la identificación partidaria. Un ejemplo de ello es el caso del outsider Alberto Fujimori, y los de Alejandro Toledo o Alan García.
Por otro lado, la sociedad peruana se ha caracterizado por una desconfianza hacia los partidos. El Latinobarómetro de 2018 muestra que sólo 6,8 % tiene algo de confianza en los partidos políticos. En contraparte, 90% tiene poca o ninguna confianza hacia ellos. Estas cifras revelan que, en general, los partidos políticos existentes no se encuentran institucionalizados en la sociedad
La institucionalización es un concepto amplio; bajo la mirada de Mainwaring y Scully, académicos dedicados al estudio de los partidos políticos latinoamericanos, es un “proceso en el cual una práctica o una organización se concibe bien establecida y ampliamente conocida, si no necesariamente aceptada por todos”. En esta mirada, los estudiosos proponen cuatro variables para determinar la institucionalización de un sistema de partidos: i. estabilidad en la competencia inter-partidaria (democracia interna); ii. partidos con vínculo a la sociedad civil; iii. aceptación de partidos y elecciones, como las instituciones legítimas para determinar quién gobierna; y iv. organización partidaria con reglas estructuradas razonablemente estable.
En general, estas cuatro condiciones de institucionalización son inexistentes en los partidos peruanos. Con respecto al primer punto, la competencia inter-partidaria casi no se realiza debido a que los representantes se escogen “a dedo” e incluso los criterios de selección no se basan en capacidades políticas y técnicas sino en la mejor oferta económica. En las últimas elecciones se debió realizar las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO); sin embargo, por el contexto de la pandemia, el Congreso aprobó una ley que dejó sin efecto esta disposición hasta las próximas elecciones municipales y regionales. A pesar de ello, es un avance que la ley contemple elecciones internas dentro de los partidos, un gran paso para garantizar la participación política de los militantes de la organización.
Con respecto a la tercera condición, la aceptación de partidos y elecciones, esta es una práctica aceptada y garantizada por nuestras instituciones electorales, aunque existe cierta desconfianza ciudadana con estas instituciones debido al escándalo de los Cuellos Blancos del Callao por sospecha de sobornos para excluir o no candidaturas electorales. Sobre la última variable, en Perú hay organizaciones partidarias con reglas estructuradas, pero poco estables. Los partidos políticos generalmente se crean exclusivamente para elecciones (entendible porque es uno de sus principales objetivos) pero no generan identidad partidaria que dure en el tiempo-espacio, muchos menos líderes o lideresas avocadas a realizar actividades en la sociedad. Como se puede apreciar con el Partido Peruanos por el Kambio que prácticamente desapareció u otros partidos políticos que operaron como vientres de alquiler, el caso de Podemos o Victoria Nacional (ex Restauración Nacional). Ello genera escasa participación política dentro de los partidos, en tanto genera incentivos de participar en política para obtener beneficios laborales o de otra índole.
Dejé la segunda condición sobre el íntimo vínculo de la sociedad civil con los partidos políticos para esta última parte debido a su estrecha relación con el contexto actual. Los resultados de estas elecciones muestran una polarización de bajo registro; ningún candidato tuvo una votación representativa; el primer lugar, Pedro Castillo, alcanzó 19% de votos y Keiko Fujimori apenas 13%. En las elecciones de 2016, Peruanos por el Kambio y Fuerza Popular alcanzaron en primera vuelta 21% y 39% de votos, respectivamente, y en las elecciones de 2011, Ollanta Humala logró 31% y Fujimori 23%, respectivamente. En el mismo sentido, los actuales resultados congresales también se encuentran polarizados y abren la puerta a una probable inestabilidad en las relaciones Ejecutivo-Legislativo.
Los partidos otra vez han demostrado su falta de capacidad para generar un vínculo cercano con la ciudadanía. La sociedad no siente sus intereses representados en los candidatos por falta de una construcción ideológica que no se fomenta tanto en los momentos activos como inactivos. Además, las personas perciben una incapacidad por parte de los partidos existentes para brindar soluciones eficaces a sus demandas, principalmente la salud, educación y los servicios básicos.
La continua crisis del “sistema” de partidos afecta a un electorado indeciso que percibe que sus necesidades no son escuchadas. El trabajo de la institucionalización emerge como una necesidad de largo plazo para la consolidación de la democracia y la gobernabilidad. La inestabilidad no sólo genera descontento social, también genera políticas públicas inestables por una constante e irresuelta crisis política.
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Mainwaring, S., y Scully, T. (1995). La institucionalización de los sistemas de partidos en América Latina. Revista de Ciencia Política