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jueves, marzo 28, 2024

Mi 5 de abril. Para no olvidar

Por Yomar Meléndez

I

Estoy entre Venezuela y Universitaria mirando alrededor, esperando encontrarme con alguien que comparta mi indignación contra del Golpe de Estado. Deben ser diez y pico de la mañana, pero no logro ver a nadie conocido o conocida. Camino desde la esquina hasta la puerta de Letras y luego a la puerta que da a la Vivienda, pero tampoco veo a nadie. Pienso “¡Qué raro! ¿Y ahora qué hago?”. Decido ir al centro de Lima para ver si por allá tengo mejor suerte. Son los tiempos en los que no había celular ni redes sociales, no teníamos forma de coordinar con suficiente rapidez.

II

Para esa fecha ya San Marcos tenía presencia militar. El 21 de mayo de 1991 llegaron soldados pintores con el pretexto de limpiar las paredes de pintas terroristas, dijeron que una vez terminada su tarea se irían, pero pasaron varios años y se quedaron allí. Instalaron verdaderas bases militares dentro del campus y, además de revisar a cada alumno(a) que ingresaba al claustro durante todo el día y parte de la noche -llegándose a conocer denuncias de abusos-, hacían ejercicios de rutina, de forma que podías recibir clases o dar exámenes viendo o escuchando cánticos con palabras soeces en contra de los terroristas y todos aquellos que se oponían a la presencia militar.

III

Hacia 1995 la intervención militar se convirtió en política, destituyeron a las autoridades sanmarquinas legítimamente elegidas e hicieron lo mismo con las autoridades de La Cantuta y la Universidad Nacional del Centro y, posteriormente, de otras universidades públicas. Sustituyeron a rectores y vicerrectores con personas designadas desde el gobierno central y a decanos con profesores digitados. Su argumento: una supuesta “reorganización” cuya única finalidad era el control, la subordinación de la universidad, una institución que no es tal sino goza de autonomía y libertad.

IV

No hubo desde los estudiantes muchas reacciones inmediatas en contra del zarpazo del 5 de abril, pero la respuesta se fue incubando. Poco a poco se retejía la organización ya bastante debilitada; el punto máximo de esa ola de rechazo ocurrió durante las movilizaciones que se convocaron para promover el “No” en el referéndum impulsado por el gobierno de Alberto Fujimori y el CCD. Miles de estudiantes de universidades, institutos y colegios marcharon en contra del proyecto de Constitución, sin embargo, no alcanzó. La consulta popular la ganó el “Sí”, aunque por poquísimo margen. Se registraron denuncias de fraude.

V

Después de 1993 no se realizaron grandes protestas que provengan de las aulas universitarias u otros espacios educativos. Son los años del asentamiento del neoliberalismo y la centralización del poder en torno de Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos. Tiempos de crisis de representación política y social, de desarticulación gremial inducida desde el modelo y la cúspide gubernamental. Pero nada es para siempre, en junio de 1997 y 1998 decenas de miles de jóvenes reaccionaron, no sólo estaban los alumnos de universidades privadas, también destacaban los de instituciones educativas públicas y jóvenes de sectores populares. Ese fue el inicio del fin de un régimen autoritario que con la Marcha de los Cuatro Suyos recibiría su certificado de defunción.

VI

¿Por qué hago memoria? Porque esa parte de la historia del país no debe olvidarse. Porque en la década del ´90 no pocas instituciones universitarias fueron convertidas en campos de batalla y sus comunidades sufrieron entre dos fuegos, teniendo como consecuencia, entre otras cosas lamentables, numerosas violaciones de derechos humanos. Porque el 5 de abril sirvió para darle formalidad a un proceso iniciado antes y que luego continuó como líneas arriba he descrito.

Ahora que estamos a punto de tomar decisiones trascendentales a través del voto, vale la pena recordar y poner en una balanza qué tipo de país, educación y universidad queremos. La ruta del intento de sometimiento de los claustros ya la hemos transitado: ni se acabó con el terrorismo (su componente ideológico sobrevive y no precisamente detrás de una candidata), ni se logró potenciar a la universidad como centro promotor de investigación, ciencia y tecnología articulado al desarrollo nacional. Y aunque se diga que lo ocurrido el 5 de abril de 1992 fue una “medida excepcional e irrepetible”, está demostrado que, por lo menos para la universidad y los universitarios, ese no era el camino.

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