Aunque no corresponda comparar resultados de encuestas distintas, en las recientemente publicadas parecen confirmarse por lo menos dos tendencias generales: 1. El incremento en la intención de voto de Keiko Fujimori (mostrada en Datum e Ipsos); y 2. La reducción del porcentaje de votantes que apoyaría a Pedro Castillo, evidenciada en prácticamente todas las macrozonas (norte, centro sur, oriente y Lima), según el IEP.
Pretendo en esta columna señalar algunas razones que explicarían el descenso de Castillo, muchas de las cuales pueden atribuirse a él o a su agrupación política, pero también a las contracampañas implementadas por el bloque opositor, un conglomerado disímil que agrupa actores políticos, sociales y económicos, entre otros.
I
A la fecha, la competencia electoral es sencillamente una batalla desigual. La mayoría de las tiendas políticas ha decidido apoyar a Fuerza Popular (FP) argumentando que representa la postura democrática, olvidando varias de ellas lo que dijeron hace pocas semanas. Incluso han pasado del apoyo formal al trabajo militante, destacando la ofensiva ideológica de Rafael López Aliaga cuyo discurso ha mostrado sus profundas oscuridades fascistas. Otra de las organizaciones que ha decidido respaldar activamente a FP es Alianza Para el Progreso, contribución nada menor si consideramos sus comités partidarios, desplegados, sobre todo en el norte del país, territorio equivalente al 24% del electorado nacional.
Pasa lo mismo con los medios de comunicación que en noticieros, programas de entretenimiento y farándula se esfuerzan por trasladar el mensaje de la libertad que perderíamos si ganara el postulante de Perú Libre (PL), sin recordar el control sobre la prensa que existió en los noventa y el precio que se puso a no pocos canales de televisión.
Y ni qué decir de la millonaria publicidad financiada por capitales privados alertándonos del advenimiento del comunismo, un fantasma que ha recorrido Lima y otras ciudades, haciendo eco de la famosa frase escrita por Karl Marx.
En fin, una gran coalición inconsciente de la necesidad de cambios urgentes, modificaciones que, de no hacerse, podrían colocarnos en la situación de una nación capturada por posiciones mucho más extremas.
II
Al otro lado, Castillo Terrones ha mostrado precisamente aquello que no debe exhibirse en segundas vueltas: inmovilismo y soledad. Sus desplazamientos programáticos han sido casi imperceptibles, aunque ahora se anuncia la presentación de nuevos planes de gobierno, a cuatro semanas de la nueva jornada eleccionaria y luego de haber dilapidado una pronunciada ventaja. ¿Podrá recuperar el tiempo perdido?
Lo mismo ha ocurrido con sus alianzas políticas y sociales, circunscritas a una o dos organizaciones importantes cuando pudo haber extendido más ampliamente su radio de acción; siendo un líder sindical, el candidato no aplicó la regla de oro del frente único que calza también en este tipo de contiendas: ganar la mayor cantidad de aliados y aislar al adversario.
III
Adicionalmente hay algo que sí le ha hecho mucho daño al representante de PL: no presentar equipo técnico. En una atmósfera marcada por la absoluta desconfianza -tanta que ni los compromisos firmados por ambos contendientes les otorgan credibilidad-, mostrar profesionales encargados de las tareas principales hoy (gestión de la pandemia, lucha contra la corrupción, control de la inseguridad ciudadana, etc.), se convierte en un asunto fundamental; la política y la gestión pública comparten el hecho de requerir rostros que le otorgan a la ciudadanía relativa tranquilidad. En las últimas horas se ha dicho que el equipo se dará a conocer pronto intentando satisfacer esta obligación.
IV
Mal haríamos si dejáramos de reconocer que la campaña de Keiko Fujimori ha funcionado mejor. Se nota menos improvisación y más efectividad en las acciones y reacciones. Un ejemplo de esto último lo tenemos en el “debate”: la candidata ha insistido en él machaconamente durante las últimas tres semanas, haciendo que Pedro Castillo polemice con ella en Chota e insistiéndole para volver a encontrarse casi a diario, tanto que lo hizo caer en el error de plantear discutir en el penal de Santa Mónica, una propuesta por lo demás, absurda.
VI
Sin embargo, como ya lo hemos mencionado en escritos anteriores las tendencias no son irreversibles. Ninguna de las opciones podría darse por ganadora o derrotada. En este último tramo las estrategias tienen que afinarse y evitar resbalones, mucha “atención a no errar una, más que acertar ciento”.