Dedico mi última columna previa a las elecciones del 6 de junio a reflexionar sobre un profundo vacío que encuentro en los debates presidenciales. Ni en el debate de los equipos técnicos ni en el de los candidatos se abordó la política exterior. Antes de votar, quisiera argumentar por qué considero que el mundo no debería estar ausente en nuestras reflexiones sobre el Perú del Bicentenario.
Comienzo comentando un hecho reciente. La participación virtual de la candidata Keiko Fujimori en el Foro Iberoamericano Desafíos de la Libertad, llevado a cabo en Quito el pasado 23 de mayo, generó una enorme polémica. El contenido de dicha reunión, sin embargo, no fue tan ampliamente difundido como la intervención de la candidata. Aquí presento algunas ideas que se expusieron en Quito para luego vincularlas con la necesidad de avivar la discusión ciudadana sobre el rumbo de la política exterior peruana.
Una de las intervenciones más destacadas fue la de José María Aznar. El expresidente del gobierno español señaló que América Latina enfrenta el desafío de definir su postura frente a la competencia global entre Estados Unidos y China. Según Aznar, los países de América Latina deberán tomar partido por una u otra potencia. En este sentido, invocó a los jefes de Estado latinoamericanos a encontrar su camino en el espacio atlántico, estrechando sus vínculos con Estados Unidos y Europa. Para fundamentar este planteamiento, señaló que América y Europa comparten una serie de valores vinculados a la defensa de la libertad, los cuales, a su vez, constituyen una base sólida para la cooperación.
Desde el punto de vista español, esta política de estrechar aún más los vínculos entre Europa y América Latina ha sido una constante en los gobiernos del Partido Popular. Un ejemplo relativamente reciente de ello fue la exención del visado Schengen para los ciudadanos de Perú y Colombia, solicitada durante el gobierno de Mariano Rajoy. Pablo Casado, el actual presidente del Partido Popular, afirmó en Quito que su partido sigue atentamente el desarrollo de los procesos políticos en América Latina y se compromete, desde la oposición en España, a contribuir con la defensa de la democracia y la libertad económica en la región. Subrayó su afinidad con algunos jefes de Estado latinoamericanos de derecha como Guillermo Lasso, Iván Duque, Sebastián Piñera y Luis Lacalle, y señaló que espera fortalecer la cooperación entre España y América Latina en un eventual futuro gobierno del Partido Popular. De manera similar, Isabel Díaz Ayuso envió un mensaje grabado en el que saludaba al presidente electo Guillermo Lasso en vísperas de su toma de mando y evocaba el mismo mensaje de cooperación en base a la defensa de la libertad política y económica.
Desde el Perú, ¿qué reacciones nos generan estas intervenciones? En primer lugar, reconocemos que la competencia global entre Estados Unidos y China es un asunto de vital importancia que afecta a nuestra región y a nuestro país. Es discutible si el Perú debe tomar partido por una u otra potencia o si, por el contrario, debe y puede mantener una política exterior más pragmática frente a ambas. En este último caso, ¿cuál sería la manera más asertiva de lograrlo? En segundo lugar, respecto a nuestra política exterior en América Latina, ¿cuánta importancia le asignamos a la afinidad ideológica en las relaciones con nuestros vecinos? y ¿de qué manera estas afinidades o diferencias pueden influir en nuestra respuesta frente a la actual crisis humanitaria en Venezuela? Responder a esta última pregunta es crucial, pues durante la campaña se le ha venido asignando una fuerte carga ideológica a dicha crisis y a la presencia de ciudadanos venezolanos en nuestro país.
Si continuamos ahondando más, veremos que en estas breves intervenciones encontramos preguntas aún más profundas referidas a nuestra identidad nacional o política, e incluso a cuestiones éticas o valorativas. Por ejemplo, a puertas de conmemorar el bicentenario de nuestra independencia, ¿cómo definimos el valor de la libertad?, ¿cómo evaluamos nuestra relación con Europa?, ¿en qué medida nos identificamos con los valores de este espacio atlántico evocado en Quito? Y, continuando con el asunto de los valores, ¿cuál es la importancia relativa que les asignamos en comparación con los intereses?
Estas cuestiones, evidentemente, no son nada fáciles de resolver. Cada uno de nosotros tiene sus respuestas y es natural que surjan posturas discrepantes. Precisamente por ello es necesario examinarlas en conjunto. Además, las cuestiones planteadas aquí no se circunscriben al ámbito de competencia de los profesionales de las relaciones internacionales, sino que abarcan temas en los cuales todos los ciudadanos podríamos tener algo que decir. Nuestro Perú del Bicentenario forma parte de un mundo complejo y retador, y este mundo no debería volver a estar ausente en nuestros debates presidenciales.