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viernes, octubre 11, 2024

Un fantasma recorre América Latina

Confieso que me estremecí al escuchar las primeras palabras de Elizabeth Loncón, representante del pueblo Mapuche en la asunción de su cargo como presidenta de la Convención Constitucional que elaborará la nueva constitución Política de Chile. Lo dijo en el idioma mapuche mapundungún. Sonó fuerte,  electrizó el ambiente, que ya estaba de por sí cargado y tensionado por el momento histórico que estaba viviendo el pueblo chileno.

“Aquí estamos…”, dijo, reafirmando con esta palabra dirigidas al pueblo mapuche el haber logrado una victoria gracias a que “las diferentes coaliciones sociales y políticas, aceptaron el llamado de la nación mapuche para cambiar la historia de este país”.

Y luego pasó a señalar los puntos vitales de su mensaje que resume todo un periodo histórico:

  • “Estamos instalando aquí, una manera de ser plural, una manera de ser democrático, una manera de ser participativo…
  • “Esta Convención (Constitucional) que hoy me toca presidir transformará a Chile, en un Chile plurinacional, en un Chile intercultural, en un Chile que no atente contra el derecho de las mujeres, en un Chile que cuide la madre tierra, contra toda dominación.”
  • “Este sueño, es un sueño de nuestros antepasados; este sueño se hace realidad. Es posible, hermanos, hermanas, refundar este Chile; establecer una nueva relación entre el pueblo mapuche, las naciones originarias y todas las naciones que conforman este país.”
  • “No lo vamos a hacer solos nosotros como pueblo originario, lo tenemos que hacer todos, como pueblo de Chile. Necesitamos conversar, hablar de la historia, justicia, reparación y de los derechos de todos los pueblos de Chile”.
  • “Estamos todos convocados a escribir una nueva historia”.

De pronto, la personalidad de Elizabeth Loncón, su mensaje, su vestimenta, su bandera mapuche, la compañía de una venerable dirigente indígena, también constituyente, que no se movió de su lado, me hizo recordar que en Chile, los pueblos originarios están recuperando su derecho a ser protagonista de la refundación de su propio país, de construcción de nuevas formas de representación en la que se los incluya como pueblos originarios en la estructura del Estado.

No ha sido fácil ese proceso. Ha costado muchos esfuerzo, luchas interminables, tragedias por la violencia en el despojo de sus tierras, por la marginación política y social, porque fueron invisibilizados por la sociedad chilena… Pero, como una manera firme de reafirmación exclamó: ¡Aquí estamos! Señal de triunfo, indudablemente, de conquista histórica.

Lo que Chile no está mostrando, ya lo hemos visto en Bolivia, Ecuador, y lo hemos visto también en el Perú, con los movimientos de los pueblos originarios en la Amazonía, en el sur andino, en la sierra central, en donde las protestas y las formas de manifestación y decisión, corresponden a una lógica de participación política como pueblo originario que reclama su derecho a gobernar su propio país y construir nuevas relaciones de igualdad entre pueblos en una misma nación.

¡Que necia la derecha latinoamericana! ¡Qué obcecados que son al no entender estas luchas y negarse a reconocer sus demandas! Prefirieron enfrentarse a los pueblos originarios; decidieron estigmatizarlos como “chavistas – castristas” y desataron la campaña del miedo con el fantasma del comunismo. Tenían razón: un fantasma recorre Latinoamérica, pero no es el fantasma del comunismo, sino el de los pueblos originarios que reclama su derecho a gobernar su propio país y establecer relaciones de igualdad entre los pueblos y sociedades de sus países.

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