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martes, enero 21, 2025

Abandonar los silencios

La comunicación política no debe despreciarse. Cierto es que se ha tendido en muchos espacios a simplificarla en marketing político, siendo este a penas una parte mínima de lo que comprende la materia.

Quizás precisamente por vincularla a con lo publicitario, muchos «políticos serios» han caído en el error de restarle importancia, error que también ha sabido pasarle factura a más de uno.

 

La comunicación política es el discurso lenguaje verbal sí; pero también es la gestualidad, la ideoestética (incluyendo el vestuario en múltiples formas) y los signos o mensajes que se envían incluso desde los más elocuentes silencios. Este abanico amplio conforma el lenguaje no verbal y puede ser mucho más comunicativo que las palabras.

 

¿Por qué vale la pena recordar estos conceptos ahora? quizás porque pareciese que nos encontramos en un momento de profundas dificultades de comunicación, en todos los aspectos.

 

La breve pero álgida crisis vivida esta semana alrededor de una declaraciones del ahora ex canciller Héctor Béjar es una muestra de ello. Salvo por unas declaraciones bastante cabizbajas del Ministro de Defensa, en las que insistió verbalmente en su rechazo a las afirmaciones de Béjar sobre la Marina, pero en cuyo lenguaje no verbal no encontrábamos convicción sino nerviosismo (quizás de perder el cargo, quizás de tener que reconocer que sus relaciones con las fuerzas armadas no son de subordinación), el resto de miembros del gobierno guardaron silencio.

Quizás si hubiesen optado por una explicación pública se hubiese calmado en algo la tormenta. Incluso si el resultado era el mismo (la renuncia) al menos hubiesen podido aportar desde el Estado al debate sobre la violencia antes y durante el Conflicto Armado Interno y evitado la percepción pública generaliza de que la salida era un triunfo de la oposición.

También esta semana vimos al Presidente Castillo caminar impávido por la plaza de armas mientras su seguridad empujaba y levantaba en peso a la periodista Tifanny Tipiani ¿Realmente puede decirse que no vió lo que ocurría? Esta situación generó dos percepciones, que además la oposición utilizó para seguirle atacando: otro signo del poco respeto por los medios y la libertad de prensa por parte del presidente, y su desinterés frente a la violencia de género.

¿Era esta una situación evitable? Totalmente. En algunos casos la pura solidaridad humana hubiese hecho que un político detuviese la agresión, en otros al menos el cálculo de estar frente a las cámaras. Recordemos por ejemplo que hace pocos meses un ciudadano propinó un puñetazo al presidente francés Emanuel Macron y que este, frente a la reacción de su equipo de seguridad, pidió que se le dejase e incluso intentó hablar con el agresor. Esto también es comunicación política, no lo duden.

Finalmente, la transmisión de mensajes claros, ahora sí verbales, es fundamental para generar confianza en la ciudadanía y lo es más en contextos en los que la legitimidad se está construyendo.

Por eso es preocupante que en los últimos días hayamos tenido tantos mensajes cruzados en torno al que hoy es el Bono Yanapay Perú. Si 350, si 700, si por familia o por persona. Hoy en conferencia de prensa se clarificó un modelo de bono que parece atender de mejor forma a la diversidad de realidades y familias del país, pero que durante días ha podido ser golpeado por los críticos del gobierno precisamente por lo poco y mal que se había transmitido la información hasta ahora.

¿Qué tienen estos tres casos en común entonces? problemas de comunicación verbal y no verbal y poca capacidad de anticiparse a las situaciones, y esto importa de cara a la ciudadanía, con quien el gobierno aún está construyendo legitimidad (lo que en este contexto es de por sí una tarea difícil) y porque esa debilidad puede pasarle seria cuenta al enfrentarse a una parte de la oposición que afila los cuchillos y que espera a cada mínimo error para horadar lalegitimidad y el poder al Ejecutivo.

Si este gobierno quiere sobrevivir al anhelo de algunos de verle caer y quiere alcanzar a gobernar, no solo en tiempo sino en capacidad de transformación desde el Estado, más vale que empiece a ocuparse de la comunicación. Y a abandonar los silencios.

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