Los 100 días del Gobierno del presidente Castillo coincide con el voto de confianza otorgado por el Congreso al gabinete presidido por Mirtha Vásquez. El resultado de la votación -68 a favor y 56 en contra- concentra los cambios ocurridos, especialmente la ubicación del Gobierno ante los desafíos de las elecciones de este año.
Lo ocurrido parece ser la última confianza del contexto pos segunda vuelta 2021. Se ha formado un nuevo campo de acción de todos, y todo es provisional por ahora.
En la votación se dividieron las bancadas de Perú Libre y Avanza País. Al mismo tiempo ha (re) surgido un bloque pro estabilidad flanqueado por bancadas radicales de derecha e izquierda patentizando el paso de Castillo al centro en 100 días, un centro izquierda en el fondo y la forma que permite apreciar la figura del ex premier Bellido y el ex marino Montoya abrazados.
Así termina el primer recorrido del Gobierno. Este se caracterizó por una continua moderación, aunque en dos fases. En el gabinete Bellido, hasta el 6 de octubre, la moderación incluyó un radicalismo vacío como discurso; en la otra fase, el nuevo gabinete le da contenido a la moderación, con un discurso que privilegia el consenso sobre el cambio, la estabilidad sobre la reforma.
El mismo Castillo es otro Castillo. Sin el apoyo de la cúpula de Perú Libre, la coalición que lo respaldaba ha saltado por los aires. En el camino ha dejado la propuesta de la Asamblea Constituyente, sin canjearla por algo. El gobierno carece de una idea de reforma política, y hasta ha guardado silencio sobre el desmontaje de la reforma electoral realizada por el Congreso.
El nuevo Castillo está implicado en las claves del corto plazo más que en las de largo plazo. Si hiciéramos una agenda presidencial grande que combina estos plazos, en ella figuraría la renegociación de los contratos del gas y la masificación del gas, la segunda reforma agraria, la reactivación de la economía y la vacunación contra el Covid-19.
En otros ámbitos, Castillo se guía de la intuición, que lo conduce a dejar vía libre a las iniciativas de los ministros que han logrado hacer despegar sus ministerios: Economía, Salud, MIDIS, Mujer, RREE, Agricultura, Cultura y Justicia. Es la mitad del Gobierno; la otra mitad navega entre el desorden y la máxima continuidad. A 100 días de iniciadas sus funciones, el Gobierno podría estar operando al 50% de sus capacidades.
La más grande de las intuiciones que guían a Castillo es su simbolismo, una de las cinco representaciones en el modelo de Hanna Pitkin[1]. La reciente encuesta de IEP reporta una caída en su aprobación (40% a 35% en un mes), pero con cuotas aún altas en el Perú rural (41%), oriente (46%), y sur (42%). Entre lo mejor de Castillo, el primer lugar lo sigue ocupando el rubro “se preocupa por los que menos tienen”, es decir, su ubicación en una parte del abismo, junto a los sectores excluidos en el Perú rural y en las regiones.
No obstante, se acaba el tiempo de lo simbólico; en el último mes, Castillo ha perdido 13 puntos de aprobación en el centro, 16 en el sur, 14 en el Perú rural, 8 en el sector D/E y 10 entre los jóvenes.
¿Tiene el nuevo Castillo un proyecto de país? La pregunta no es ociosa para un gobierno en sus 100 primeros días. Según IEP de octubre, solo el 32% cree que tiene un proyecto de país, en tanto 62% cree que no lo tiene. Luego, el 36% considera que lo peor de su gobierno es su falta de liderazgo o capacidad para gobernar.
La idea de un gobierno ineficaz avanza. El actual poder se inauguró con la convicción de sus opositores radicales de que traía bajo el brazo un peligroso y elaborado proyecto para cambiar las reglas de juego y quedarse. A los 100 días, esos opositores coinciden en que Castillo no tiene un proyecto.
No obstante, aún la deteriorada simbología más algunas propuestas de cambio son suficientes para mantener encendida la ira de una oposición radical que también ha cambiado. La lucha supuestamente democrática de la ultraderecha se ha transformado en una batalla contra la ineptitud de Castillo, perdiendo piso la narrativa de la vacancia presidencial contra el comunismo.
Esta batalla puede ser más prometedora para la oposición y desgastar más rápidamente al Gobierno. En realidad, ese parece ser el principal desafío del gabinete Vásquez: acumular eficacia para reducir la velocidad de un desgaste que la coalición de la vacancia intenta acelerar. De hecho, la premier, para cumplir ese cometido, gobernará de cara al Congreso, ejerciendo un segundo papel, la mediación entre el presidente y los grupos enfrentado a él. Sobre el presidente, luego de los 100 falta ver si realiza el único movimiento que su situación le permite: acudir a la parte del país que representa para crear ahí una nueva coalición que lo sostenga.
[1] Las otras son autorización, rendición de cuentas, descriptiva y sustantiva. Pitkin, H. F. (2014). El concepto de representación. Madrid: Centro de Estudios Políticos y Constitucionales.
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