Anoche, el Gabinete Vásquez logró el voto de confianza por un margen estrecho y con una bancada oficialista dividida. El agónico resultado es el corolario de más de 100 días de un gobierno que no se cansa de tropezar consigo mismo.
La mayor parte de los balances de gestión en los primeros 100 días dan un resultado negativo para el gobierno de izquierdas. No tiene ahora mucho sentido hacer otro listado de los errores, silencios, ausencias y dislates del actual gobierno. Tal vez sea más productivo pensar las alternativas que podría haber tomado un gobierno de izquierdas para evitar caer en la complicada situación que enfrenta. La pregunta básicamente es ¿qué decisiones y acciones debía tomar el presidente Castillo en sus primeros 100 días?
Formar una plataforma de respaldo político
Castillo llega a la presidencia a partir de la suma de su propio respaldo social, por ser quien es; más el desencanto y ofuscación de las mayorías pobres del país con un modelo económico que hizo trizas en la crisis sanitaria.
Por esta casualidad, Castillo no dispone de una estructura partidaria que responda a sus ideas y planteamientos. Ser un “invitado” en Perú Libre ha sido y es una debilidad política. Castillo no puede darse el lujo de la ingenuidad frente a un operador político local ambicioso y sobrevalorado como Cerrón. Castillo dispone de una estructura gremial (FENATEPERU) que puede ser apoyo social pero es también fuente de demandas. No resulta suficiente.
Una de las tareas inmediatas debió ser construir una plataforma política que le permita negociar alianzas, respaldos y movilización en igualdad de condiciones tanto con Perú Libre como con Juntos por el Perú.
Construir una alianza social con los grupos organizados
Un gobierno que se pretende de izquierdas no puede gobernar en base a abstracciones como “el pueblo”. Uno de los problemas más serios de todas las izquierdas en el país ha sido su desvinculación de organizaciones sociales reales. La presencia de la izquierda en sindicatos, asociaciones barriales, frentes de defensa, colectivos de mujeres e incluso grupos estudiantiles es muy reducida. La sociedad civil progresista comparte algo de la antipolítica de los 90s. Por eso es necesario politizar a la ciudadanía.
Un gobierno de izquierdas debía desde el primer día buscar y establecer alianzas sociales con las organizaciones populares. Los sindicatos siendo la estructura menos débil en el campo popular bien podrían ser un aliado activo para el gobierno, pero las mutuas desconfianzas y los personalismos así como la falta de iniciativa gubernamental han hecho que una cercanía obvia se haya vuelto más bien distante.
No abandonar el tema de la Asamblea Constituyente
Castillo se dejó apabullar por las discusiones de constitucionalistas y abogados acerca de las dificultades del procedimiento para reformar la Constitución o convocar una Asamblea Constituyente. Es un grave error pensar que el cambio constitucional es un tema principalmente jurídico, cuando es la expresión de una correlación de fuerzas. Es decir, es un tema político. El cambio de la Constitución fujimorista del 93 representa una bandera contra la derecha en general. La obliga a responder y la pone a la defensiva.
Mantener el tema de la nueva Constitución no significa convocar a la asamblea constituyente en dos semanas, sino abrir espacios de discusión política y social alrededor del tema. Supone organizar y movilizar a la ciudadanía. Poner el tema en los medios.
Al dejarlo caer, se lo ha regalado a Cerrón y con eso, Castillo pierde convocatoria en un sector popular izquierdista pequeño pero movilizable. Se despinta como propuesta contestataria.
Enfrentar a la ultraderecha
Como en muchos países, aquí tenemos una ultraderecha radical y conservadora, violenta y xenófoba. Como en otros países, las fuerzas progresistas y democráticas deben dar una lucha política frontal contra las posiciones del fascismo local. El presidente debería ser el principal interesado en liderar la defensa de la democracia frente a dichos grupos. La lucha activa contra el extremismo derechista permite además politizar a la sociedad, organizar a los ciudadanos, mejorar el debate público. El gobierno parece no entender los peligros de una ultraderecha local. Ignorarla no ha sido una alternativa eficaz en ningún lado.
Tener una imagen en medios
Un presidente es un símbolo pero no es únicamente un símbolo. El símbolo comunica pero no siempre de la misma forma o con el mismo énfasis. Es necesario entonces resignificar el símbolo, orientar el mensaje y construir campos de disputa.
Castillo ha preferido ser un símbolo bastante parco. El silencio puede parecer astucia pero también inseguridad. Es necesario que el presidente de entrevistas -primero a los medios más cercanos y después a espacios más críticos- con respuestas claras, con objetivos precisos que señalen el sentido de las decisiones que se toman. Probablemente eso requiere entrenamientos y ensayos pero todos los candidatos y presidentes pasan por los mismos procesos. Castillo dispone de un carisma que le permite empatizar con los sectores populares. Es un recurso importante que debería cultivarse y fortalecerse.
“El presidente designa al premier ”
La designación de Bellido fue probablemente el principal error político del periodo. Un par de anécdotas no reemplazan el costo político de un premier con una agenda no sólo propia sino desubicada. Pero más allá de Bellido, el error es que el premier sea elegido por otros actores. En el modelo institucional peruano que es presidencialista en muchos aspectos, la figura del premier debe ser cercana al presidente para constituirse en una suerte de pararrayos político pero sin capacidad de opacarlo.
Defender a ministros como Béjar y Maravi.
La salida de los ministros Béjar y Maraví fueron ofrendas a la derecha en general. Pero acostumbrar a la oposición a los sacrificios ministeriales ha sido siempre un mal negocio. La derecha golpista es voraz. Más útil políticamente era enfrentar a la derecha en el congreso y defender en la opinión pública a ambos ministros. Los cuales disponían de un respaldo movilizable. Lo que Castillo olvida es que la política es movilización de masas.
Y esa podría ser la conclusión final de estas líneas. La disputa política se desarrolla en el Congreso, pero en dicho escenario Castillo tiene pocas fuerzas y muchos enemigos. La más mínima sensatez política te indica que no puedes limitarte a un escenario de lucha y más si tienes desventaja.
La política no se desarrolla solamente en el Congreso o Twitter. El gobierno puede abrir otros espacios o utilizar los que también existen. Es en la calle donde se muestra la capacidad de movilizar ciudadanos para expresar respaldo al gobierno o rechazo a la oposición. Un gobierno de izquierdas se apoya en masas organizadas más que en likes. Han pasado más de 100 días y el gobierno de izquierdas no ha hecho casi nada para organizar dicho respaldo. Y ése es sin duda, su principal error.