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jueves, abril 25, 2024

UNA NOVELA DEL NOBEL JOHN STEINBECK: “LOS CRISANTEMOS”

Henry Allen y su esposa Elisa son unos típicos granjeros norteamericanos. Tienen su rancho en un pueblo de California: él se encarga de sembrar y cosechar, y cuidar los animales. Ella es la ama de casa que atiende los quehaceres domésticos y, especialmente, cuida el jardín donde hay crisantemos.

Elisa habla consigo misma y recuerda que su madre le había dicho en algún momento que tenía “manos de plantadora”. Y es que tenía un talento natural para atender los crisantemos, esa hermosa planta que tanto le gustaba y que ahora destacaba en su jardín. Ese don natural lo describía Elisa como una sensación de las yemas de sus dedos: fluye sola, naturalmente. Los dedos y los crisantemos solos se entienden.

Las descripciones del gran escritor norteamericano, John Steinbeck son concretas, llanas, y encierran un ambiente bucólico rodeado de naturaleza y tranquilidad. “Los crisantemos” es un relato corto lleno de simbolismo.

Un día cualquiera, estando Elisa sola en el rancho, llega a ofrecer sus servicios un trabajador para todo servicio: arregla puertas, sanitarios, muebles, cocina, cualquier cosa que requiera la casa. Mientras se presenta, Elisa está atendiendo su jardín. El visitante repara en los crisantemos y se inicia un diálogo. Le pide a Elisa si puede regalarle algunos, pues ha quedado encantado con ellos. Elisa acepta, busca una maceta y pone un ramo de crisantemos sobre tierra húmeda.

Al llegar ambos a la camioneta del visitante para poner la maceta de crisantemos, Elisa advierte que él vive en el vehículo. Le pregunta si es verdad y él le responde que sí, efectivamente, duerme en su camioneta. Y agrega algo que a Elisa le llama la atención: “… no es la clase de vida adecuada para una mujer.” ¿Y cómo lo sabe?  preguntó Elisa de inmediato. No sé fue la respuesta.

Henry, el marido, había quedado con Elisa en salir a comer al hotel del pueblo. Se cambiaron y ambos salieron con sus mejores ropas. En la carretera Elisa advirtió que los crisantemos que le había regalado al visitante estaban tirados sobre el asfalto. No la maceta, solo las plantas. Se indignó sin demostrarlo. Fue un sentimiento íntimo, propio, personal. El desprecio, la humillación y la furia se entremezclaron en su interior.

La velada que los esposos buscaron aquella noche transcurrió normalmente, a pesar del desgarro de Elisa por los crisantemos botados como si fuesen basura. Pidieron vino y se acompañaron.

Cuando regresaron a la casa, en pleno viaje en la carretera, Elisa buscó la manera de acomodarse en el auto y llorar para sí misma, sin que Henry lo advirtiera.

John Steinbeck, quien llegó a obtener el Premio Nobel de Literatura en 1962, fue un cultor aventajado del relato corto. “Los crisantemos” es un buen ejemplo. Contemporáneo de Ernest Hemingway, Steinbeck tuvo una vida dedicada a su quehacer creativo, sin el aspaviento y la notoriedad de su colega.

Steinbeck consideraba que el relato corto era para aquel escritor que sentía la necesidad de transmitir algo concreto al lector. En el caso de “Los crisantemos” la simbología gira alrededor de las reivindicaciones de la mujer. Lo que hoy en día constituye el fenómeno del feminismo universalmente reconocido. John Steinbeck es una suerte de precursor del tema, no obstante que escribió el relato el año 1937. La afirmación de que la mujer no es fuerte para vivir en un auto, que causa una perturbación en Elisa, y el desecho de las plantas en la carretera, que le origina otra decepción, pueden catalogarse como una especie de suma de inquietudes femeninas.

Finalmente, el llanto solitario de Elisa puede entenderse como la frustración de no considerarse una mujer fuerte e independiente.

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