Arturo Pérez Reverte es un experto escritor en producir combinaciones explosivas. Tiene una pluma que lo acredita cada vez que acomete la tarea de crear una historia. Lo ha hecho nuevamente con su última novela, “El italiano”. El sub título de la obra lo dice todo: una historia de amor, mar y guerra. Porque eso es lo que es: una mezcla, magistralmente presentada, de mar y guerra en el contexto del amor; o viceversa, si se quiere: amor en el mar durante la guerra.
Una joven mujer española, Elena Arbués se llama; un valeroso combatiente italiano, Teseo Lombardo es su nombre; el Peñón de Gibraltar y la Segunda Guerra Mundial: esos son los elementos que la limpia prosa de Pérez Reverte hilvana para contarnos una historia en su reciente novela.
Elena está dedicada a atender su librería en Algeciras, territorio de España colindante al dominio que Inglaterra ejerce sobre Gibraltar. Ella es viuda, al haber perdido a su marido durante la guerra a manos de los ingleses, y vive acompañada de su perro en una casa frente al mar. Una noche encuentra, desmayado, el cuerpo de Teseo, que había sido varado por las aguas. Ese casual encuentro marcará el inicio de una relación que ambos, Elena y Teseo, irán descubriendo con la sucesión de acontecimientos que ocurren en el tiempo. Hay una cadencia literaria que Pérez Reverte, con sapiencia creativa, sugiere, no revela, hasta que abre las compuertas.
Teseo forma parte de un selecto grupo de guerreros de la Regia Marina italiana, dedicado a sabotear a los buques ingleses que acoderan frente a Gibraltar. Se trata de combatientes de élite, entrenados especialmente para esos peligrosos menesteres: infringir el mayor daño posible a la Armada de Inglaterra y sus aliados.
Es en la preparación de tales atentados que Elena va acercándose a Teseo, para luego descubrir el mutuo amor que surge entre ambos para involucrarse más allá de la entrega carnal y la simple ternura. Elena se convierte entonces en un miembro del equipo, un engranaje más del enfrentamiento bélico, que asume con fidelidad y compromiso.
Cumple funciones riesgosas para recoger información sensible y entregarla a los marinos italianos. No está claro el por qué, lo que sí resulta evidente es el amor, y su alcance insondable, que espontáneamente ha surgido entre Elena y Teseo.
Pérez Reverte –lo sabemos- es un maestro en el manejo del ritmo del relato. No hay exabruptos ni euforias. Las cosas suceden cuando corresponde, discretas pero firmes, y siempre con su hálito de inquietud y su grado de sorpresa. La verdad, es que hay mucha musicalidad en su escritura.
De otro lado, Pérez Reverte introduce pausas mientras nos cuenta la historia, todas relacionadas con la revisión de los hechos acontecidos y sus circunstancias. Y es que, efectivamente, en la Segunda Gran Guerra, en la zona de Gibraltar, existió un equipo de buzos italianos que infringió severos daños a los buques ingleses. Nos relata las investigaciones y entrevistas que realizó para ir concibiendo la trama de la novela. Se trata de recursos literarios que refuerzan principalmente el ritmo de la obra: las conversaciones son fluidas, naturales, persuasivas; y los estudios de los antecedentes históricos, lo mismo.
Con “El italiano”, Arturo Pérez Reverte reivindica la preferencia literaria que tiene por el mar y el amor, y al añadirle el escenario de la guerra lo que hace es sumar los otros sentimientos humanos, los oscuros, aquellos que tienen que ver con la violencia, la traición y la muerte.