En una reciente entrevista en El Comercio, Felipe Ortiz de Zevallos (FOZ) ha lamentado la pérdida del centro en los asuntos públicos y ha simpatizado con la idea de un nuevo Acuerdo Nacional, como lo propongo desde abril de 2020. FOZ ha recuperado del llamado centro su sentido tolerante y político, mediador, intermedio y reflexivo.
Comparto el deseo de FOZ y su idea que debemos retornar a la politica para que el estado de guerra termine. Ese cometido reclama, cierto, de un centro que el país ha perdido, sin perjuicio de la necesidad de un sistema que no excluya a la izquierda y a la derecha. Se necesita mucho más, pero poner sobre la mesa la formación de un espacio que subordine las tendencias disolventes, es pertinente. Aún no hablemos de polarización, que en este enfoque creo reside parte del problema.
El problema es el por qué y el cómo, y en esos puntos se agolpan las preguntas que forman parte de una reciente sociología del fracaso del centro político a escala mundial.
Las preguntas también atañen al Perú: ¿por qué el centro político peruano está en crisis? ¿cuándo empezó esta crisis? ¿es una crisis de partidos, líderes o movimientos? ¿volverá el viejo centro previo a Fujimori? ¿qué papel le cabe al centro en la crisis nacional general?
Con cargo a abundar luego en mayores caracterizaciones, presento algunas ideas.
Desde 1980, la mayoría de elecciones democráticas las ganaron políticos con un discurso y programa centristas: Belaunde 1980, García 1985 y 2006, Fujimori 1990 y Toledo 2001. Esos centros se construyeron alrededor de polarizaciones estructurales o coyunturales, de modo que hemos tenido centros estructurales como coyunturales, aunque girados más a la derecha que a la izquierda, salvo el caso de García en 1985.
Los centros no caen del cielo. Existen como alternativa, contrapeso y respuesta a la fuerza y vigencia de la izquierda y derecha. El centro estructural puede ser más orgánico -como en varios países europeos-, pero es esencialmente un espacio para resolver los problemas que crea la competencia política en dos ámbitos de la democracia, el consenso y el cambio. De hecho, por lo tanto, es imposible imaginarse un centro que sea ajeno a las demandas que se hacen críticas y/o que originan las crisis.
En el caso peruano, los momentos de hegemonía centrista fueron, al mismo tiempo, períodos de expectativas democráticas que el espacio centrista prometió resolver con fondos y formas distintas a las planteadas por la derecha e izquierda. Especialmente desde el 2000, el centro no encaró estas expectativas o las encaró insuficientemente, dejando en el camino la reforma y/o el consenso. Por esta razón, esta crisis no es ajena al llamado centro, es una crisis producida por este espacio, por sus acciones y omisiones. Este es un elemento crucial de la discusión para evitar una santificación del centro que aún tenemos. Dicho de otro modo, la crisis nacional es más hija de un centro inmovilista que de los extremos.
Entre las omisiones más importantes del centro peruano se encuentra la reforma política. Los líderes y partidos que se adscribían a ese discurso subestimaron el cambio de las reglas de la formación de la representación y de las instituciones.
No fue el único abandono: el centro nunca fue un centro social y económico. Convivió con el neoliberalsimo bajo la idea equivocada de que su papel era (es) administrar la polarización, ignorando la fragmentación y el abismo. Un centro cooptado por la derecha, sin programa social y sin programa de cambios, terminó siendo inelegible en las elecciones del 2021. Ahora mismo, la demanda de derechos no calza con un centro tibio, y en parte ello contribuye a empoderar al populismo. Así, el centro se vio perjudicado por el cambio del escenario tradicional de derecha, centro e izquierda, por otro que ha venido a quedarse: derecha, centro, izquierda y populismo, donde lo identificable es un centro mínimo.
En los últimos meses, ese centro mínimo que quedó de las elecciones ha cometido algunos errores, entre ellos haber cedido la iniciativa en el Congreso a la ultraderecha y abandonar, una vez más, la reforma política y cambios elementales al modelo. De espaldas a las tres crisis que forman parte de la gran depresiónen -económica, política y de prestación de bienes públicos- el centro peruano se identifica ahora muy poco con el cambio. En este punto de las alternativas, las iniciativas de centro que se reúnen en la sociedad -desde los movimientos sociales, academia, empresa, por ejemplo- son más prometedoras que los centrismos partidarios.