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jueves, octubre 10, 2024

UCRANIA: EL DISCURSO RACIONAL HA SIDO PUESTO DE LADO

 La invasión de Rusia a Ucrania puede entenderse, primero, desde un enfoque que privilegie el análisis de los intereses de Rusia, EEUU y la OTAN, donde Ucrania juega un rol central. O sea como una crisis regional. Pero, creemos, la crisis de Ucrania va más allá: forma parte de una disputa en curso por la hegemonía mundial en el Siglo XXI, en la cual también interviene China como actor central.

La invasión de Rusia a Ucrania es condenable pues emplea la fuerza militar sin haber sido atacada directamente, lo que viola todos los acuerdos internacionales, comenzando por la Carta de las Naciones Unidas. Eso está claro. Lo que no queda claro, sobre todo para los que vivimos en Occidente, es el por qué Putin adopta esta decisión extrema.

Después de la II Guerra Mundial tuvimos 45 años de un mundo bipolar, donde se enfrentaban dos grandes fuerzas, con sistemas económicos y políticos no solo distintos sino antagónicos. Uno de los polos, el capitalista, estaba liderado por EEUU. El otro polo, que se reclamaba socialista, tenía como líder a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Ambas tenían su alianza militar de protección: el primero tenía a la Organización del Tratado de Atlántico Norte (OTAN) y el segundo contaba con el Pacto de Varsovia.

Como ambos polos contaban con armas nucleares, una “guerra caliente” llevaba a la destrucción mutua. Por tanto, tuvimos 45 años de “guerra fría”: cada uno de los polos buscaba derrotar y prevalecer sobre el otro. Aquí la lista de conflictos es interminable y algunos desembocaron en guerras abiertas, como Vietnam, Angola y Afganistán, pasando por la crisis de los misiles rusos en Cuba en 1962, así como por el golpe militar en Irán en 1953 contra Mossadegh y el golpe militar de Pinochet contra Allende en Chile en 1973, ambos orquestados por EEUU.

Pero en 1990 la URSS implosionó, dando lugar a múltiples repúblicas, ya no socialistas, sino capitalistas, como Rusia, Ucrania, Georgia, Bielorrusia, Azerbaiyán, Uzbekistán  y otras. De su lado, los países socialistas del Pacto de Varsovia retornaron al capitalismo: Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Albania, Rumania, Bulgaria, Yugoslavia y la República Democrática Alemana (RDA). El Pacto de Varsovia había volado por los aires.

Pero no sucedió lo mismo con la OTAN. Por el contrario, varios países exsocialistas se integraron a ella: Albania, Bulgaria, Croacia, República Checa, Hungría, Polonia, Rumania, Eslovaquia, Estonia y Lituania, entre otras. La pregunta acá es: ¿Cuál es ahora el enemigo de la OTAN si ya se acabó la bipolaridad que le dio origen?

Este tema que marca la actualidad ha sido motivo de amplias discusiones entre los países involucrados. Una de ellas ocurrió el 9 de febrero de 1990, cuando se discutía la reunificación alemana. Allí el Secretario de Estado de EEUU, James Baker, le aseguró al líder soviético Mijail Gorbachov (la URSS aún no había implosionado) que la OTAN “no se movería ni una sola pulgada más al este” de Alemania (1).

Lógico. Ucrania no solo tiene una larga frontera con el occidente de Rusia sino una  relación histórica con Rusia por centenas de años. Si Ucrania formara parte de la OTAN, los misiles “occidentales” estarían solo a 700 kilómetros de Moscú. No hay razón para ello si ya no hay bipolaridad. Si Rusia ya no es enemigo de Occidente, ¿por qué insistir en que Ucrania entre a la OTAN, lo que se le propuso en el 2008 (como un paso inicial), con, digamos, la no complacencia de Alemania y Francia?

Esto mismo fue lo que criticó Henry Kissinger en el 2014, cuando Rusia anexó la Península de Crimea (con una población que es mayoritariamente rusa), que le fue otorgada a Ucrania por el líder de la URSS Nikita Kruschev (ucraniano), recién en 1954. Afirmó que Ucrania no solo es un componente clave de la historia de Rusia sino, también, que las diferencias entre el occidente y el oriente son muy fuertes. Que el problema contemporáneo de Ucrania es que una facción nunca ha podido imponerse a la otra por demasiado tiempo. Y que la salida positiva tiene que ser, tanto para Ucrania, como para Rusia y para Europa, que se pueda lograr un acuerdo duradero entre ambas facciones. Y, como eje central, que Ucrania tenga algún tipo de neutralidad, lo que podría tomar el modelo de neutralidad de Finlandia o de Austria (2).

¿Por qué no se toma ese camino, que implicaría mejores relaciones con Occidente, pero sin adhesión a la OTAN porque eso, simplemente, no va a ser admitido por Rusia (pues habría misiles apuntándole directo al corazón) como lo ha venido repitiendo hasta la saciedad el gobierno ruso de Vladimir Putin?

Dice Noam Chomsky, que es aquí donde aparece en toda su dimensión la política de EEUU:

“De hecho, hay una cualidad surrealista en el rechazo de EEUU a la neutralidad al estilo austriaco para Ucrania. Los legisladores saben perfectamente que la admisión de Ucrania en la OTAN no es una opción en el futuro previsible. Por supuesto, podemos dejar de lado las ridículas poses sobre la santidad de la soberanía. Entonces, en aras del principio de la soberanía en el cual en verdad no creen ni por un momento (como lo han demostrado siempre y también en Irak, Libia y Kosovo), así como su búsqueda de un objetivo que saben que está fuera de su alcance, EEUU se arriesga a lo que puede convertirse en una catástrofe impactante. En la superficie, parece incomprensible, pero hay cálculos imperiales plausibles” (3).

Exactamente. Y esos cálculos imperiales plausibles tienen que ver con la lucha por la hegemonía en el siglo XXI, lo cual involucra a China. El “cálculo imperial” habría decidido sacar de juego, primero, a Rusia. Por eso ha empujado, y sigue empujando, de manera vigorosa, la entrada de Ucrania a la OTAN.

Por su parte, en este conflicto, el gobierno chino, el socio más poderoso de Rusia, ha sido más circunspecto. Los funcionarios se han negado a llamar invasión a la invasión de Rusia. Y no la han condenado, aunque tampoco la han respaldado. Es muy posible que si bien hay conjunción de intereses estratégicos, podría ser que los tiempos políticos de Xi Jinping no sean los mismos que los de Putin.

Para terminar, tres cosas. Primero, que nada de lo mencionado aquí significa que no se deba condenar la invasión ordenada por Putin. Segundo, como dice Chomsky, la política de EEUU “ha dejado atrás el dominio del discurso racional”. Y, tercero, que no es que estemos en una segunda “guerra fría”. De hecho, pareciera que estamos en el momento en que vuelve la predicción de Tucídides, quien dice que los conflictos entre países que luchan por la hegemonía, casi siempre terminan en guerras de a verdad.

Nota final: El Presidente de Ucrania se ha mostrado de acuerdo en conversar con Rusia en la frontera con Bielorrusia. Esperemos que haya un cese al fuego inmediato y que la política vuelva al dominio del discurso racional.

 

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