En el Perú tenemos presentes grandes desigualdades entre hombres y mujeres, situación que se visibiliza en las brechas sociales y económicas que aun persisten en los territorios con mayor vulnerabilidad. Realidad que podríamos cambiar incluyendo el enfoque de género en las diversas políticas nacionales, pero lamentablemente nuestras autoridades no llegan a tener una comprensión del verdadero significado de dicho enfoque, y por el contrario aprueban normativas guiadas por sus creencias y prejuicios, afianzando de esta manera las brechas existentes entre hombres y mujeres.
Pero es necesario que la ciudadanía tenga claro el significado del enfoque de género, el cual puede definirse como una herramienta para identificar las oportunidades y desafíos que enfrentan tanto mujeres como hombres, el modo en que se interrelacionan y sus roles asignados (Brito & Ivanovic, 2021). Siendo necesaria su inclusión en las políticas de los diferentes niveles de gobierno, y comprendida por los diferentes decisores políticos.
¿Y cómo se interrelaciona la seguridad alimentaria con el enfoque de género? Según la FAO, en Latinoamérica la inseguridad alimentaria afecta más a las mujeres en comparación con los hombres, siendo en el 2020 un 41.8% de mujeres afectadas por la inseguridad alimentaria, mientras que sólo el 32.2% de hombres fueron afectados por la misma situación.
Además la FAO también menciona que son las mujeres de bajos ingresos, quienes presentan mayor prevalencia de problemas de salud asociados a enfermedades crónicas no transmisibles. Por ejemplo, según la Encuesta Nacional de Hogares 2020, el 42.6% de las mujeres peruanas encuestadas informaron sufrir de alguna dolencia de manera permanente, mientras que sólo el 33.7% de hombres encuestados manifestaron lo mismo. Es decir existe mayor proporción de mujeres en comparación con los hombres, que padecen problemas de salud crónicos.
En dichos resultados se manifiesta que una de las causas que ocasiona mayor incidencia de enfermedades crónicas y dolencias en la mujer, se atribuye al trabajo que ellas realizan dentro y fuera del hogar. Ya que en su mayoría se pone en peligro su salud, porque realizan largas horas de jornada laboral al punto de agotar el cuerpo, descuidar la alimentación, bajar las defensas e incluso impedir que busquen prevenir el desarrollo de dichas enfermedades, descuidando su propia salud por cuidar la de los otros.
Cabe resaltar que la brecha existente entre hombres y mujeres se ve incrementada en el área rural, ya que las mujeres en dichas áreas cargan con tareas domésticas, además de labores productivas en las tierras de sus localidades, pero dichas actividades no son consideradas como labores relevantes, es por ello que no son remuneradas. Eso sin contar que según datos de la FAO, las mujeres en las áreas rurales, tienen menor acceso a la tenencia de tierras, además de menor acceso a créditos y seguros para potenciar su trabajo agrícola.
Por ejemplo, según los datos del Informe elaborado por INEI “Perú: Brechas de Género 2020”, el 43.5% de mujeres rurales manifiesta que no tienen ingresos propios, mientras que en los hombres esta cifra representa al 12.7%. Es decir que en las zonas rurales, la autonomía económica de las mujeres es mucho más precaria. Demostrando como los roles de género tradicionales influyen mucho más en el área rural.
Por otro lado es importante mencionar que la pandemia ha logrado evidenciar las desigualdades entre hombres y mujeres, ya que como consecuencia de la emergencia sanitaria por el COVID-19, fueron en su mayoría las mujeres quienes tuvieron que dejar sus actividades económicas y académicas de lado, para hacerse cargo de la gran mayoría de actividades del hogar y las problemáticas de su comunidad.
Siendo un ejemplo emblemático el desarrollo de las ollas comunes en los territorios, organizaciones de base lideradas por mujeres, quienes dejaron sus actividades remuneradas a un lado para unirse y organizarse con el fin de alimentar a miles de personas en estado de vulnerabilidad. Y si bien dichas lideresas vivenciaron la inequidad, aún así pudieron demostrar que el acto de hacerse cargo de la alimentación de sus propias comunidades, también pudo ser una oportunidad para ejercer su participación ciudadana y estar presente en espacios de toma de decisiones, con el fin de garantizar el derecho a la alimentación en sus territorios.
Dicha información nos demuestra como las desigualdades entre hombres y mujeres si influyen en garantizar la seguridad alimentaria, es por ello necesario promover el enfoque de género para asegurar el derecho a la alimentación de todos los peruanos y peruanas. Además de promover espacios para que todas las mujeres tengan la oportunidad de participar en la toma de decisiones que impactarán en sus localidades, y así reducir las inequidades que hasta hoy seguimos viviendo en el país.