Seamos honestos: antes de la pandemia, nunca habíamos visto un despliegue de información tan amplio acerca de enfermedades infecciosas de cualquier origen, como pasa ahora con la viruela del mono. Sin embargo, tras estos dos años, y ante nuestra alerta “sui generis”, las noticias vuelan y la desinformación también.
Si bien este tipo de brotes y la “aparición” de algunas enfermedades suceden cada cierto tiempo, también es verdad que el esfuerzo de la lucha contra la COVID19 ha debilitado muchísimo la vigilancia epidemiológica de todos los países; esto, junto al sensacionalismo mediático, han preparado el camino hacia el apocalipsis informativo.
¿Cómo nos afecta esto mental y socialmente? Me parece que esa es la verdadera pregunta: todos estamos cansados, aburridos y aturdidos ante tanta incertidumbre. Sin embargo, la prensa y algunos influencers seudo científicos no ayudan a calmar esta circunstancia, sino que aportan al caos y a la desesperación. Personas que jamás habían tratado este tipo de situaciones en el pasado pretenden ser hoy fuente de información fidedigna; por supuesto en su afán de ganar seguidores y decir lo que quiere la gente, no interesa cuánto daño pueden hacer al final del camino. Aquí podría mencionar a algunos que deshonran la palabra científico.
Si bien un brote de una enfermedad conocida -como la viruela del mono- es preocupante, debemos tomar estas cosas como lo que son: brotes epidémicos que surgen de tanto en tanto, y para los cuales debemos tomar obviamente precauciones, pero también tenemos el mejor antídoto: las vacunas.
En momentos como estos es notoria la importancia de una información oportuna y correcta: la población no puede vivir en constante estrés sin sufrir sus consecuencias, y tampoco podemos desatar una especie de síndrome de Estocolmo hacia medidas que salvaguardan su seguridad mental mas que su salud física; como, por ejemplo, el uso de dobles mascarillas o los boosters de las vacunas. Por este lado, cabe admitir también que tiene mucho que ver la forma de comunicar de la prensa y los científicos, que en muchos casos es escasa o inexistente.
Dos hechos claros de este brote epidémico: es una enfermedad conocida desde 1958, que se puede combatir con la vacuna existente contra la viruela; si, una vacuna que, aunque no esté dentro del esquema de vacunaciones regulares desde 1973, existe y ES EFECTIVA en un 85%, según la información de la OMS.
Creo que la profunda concentración de los sistemas de vigilancia epidemiológica en el COVID19 nos está pasando factura, al no poder registrar estos brotes y sus casos de la manera en que deberíamos hacerlo, y que escalen mucho más de lo que estamos acostumbrados a ver.
Aquí algunos hechos verdaderos: gracias a que la vigilancia genómica ha tenido gran impulso durante los dos años de pandemia, podemos saber que ya hay expertos trabajando en investigar si este virus es alguna variante más contagiosa o no; hasta el momento no lo es, y todo indica que lo que ha influido de alguna forma en la dispersión comunitaria, es que probablemente haya ocurrido por contacto prolongado entre personas en un acto sexual; cabe anotar lo ocurrido con los pacientes cero en el Reino Unido, cuatro hombres homosexuales o bisexuales, que presentaron lesiones o pústulas cerca de los genitales, lo cual causó confusión en el diagnóstico al pensar que se trataba de una Enfermedad de Transmisión Sexual (ETS) como la sífilis, además cabe decir que esta es una población aún bastante escondida en términos epidemiológicos, y todavía estigmatizada y rechazada en los servicios de salud, lo que puede promover retraso en la detección y contención de la transmisión comunitaria, aunque ya se ha aclarado que no se trata de una enfermedad exclusiva o preferente para este grupo humano.
Existen herramientas desarrolladas durante las décadas de lucha contra el HIV, para poder solventar las estrategias de rastreo de contactos en comunidades escondidas, como la LGTB. Lo más seguro es que como en el caso de la erradicación de la viruela se usará la técnica de la vacunación en anillo cercando todos los caminos de escape del virus.
Hay factores a nuestro favor, como la existencia de la vacuna y una alta preparación de varios países del norte global a ataques bioterroristas con viruela; los puntos en contra: estamos cansados luego de la pandemia, y cualquier cosa enciende nuestras alarmas y nos pone en estado de emergencia. Es allí donde debemos actuar, mediante una comunicación clara, y líderes informados que puedan dar confianza y tranquilidad, si se puede, a la población. Personas, cabe resaltar, que sean capaces de decir “esto tenemos y sabemos y esto no”. Por eso es importante que la prensa, sobre todo, deje de pensar que la salud pública es un buen medio de vender noticias y obtener rating. Ese comportamiento puede afectar a una población cansada de maneras que no podrán ser reversibles.
¡La información es poder, úsenla bien!