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viernes, febrero 7, 2025

COLOMBIA: UN TRIUNFO POLÍTICO CON SABOR A GLORIA

El triunfo político de la formula Gustavo Petro Urrego y Francia Márquez Mina, presidente y vicepresidente electos, ha sido como la llegada al Delta de las posibilidades del rio que durante mas de 200 años ha sido represado por las elites liberal conservadoras, que han sumido al país en una postración total bañada en sangre.

Este triunfo del Pacto Histórico rompió la represa que contenía las aguas de los más caros deseos del pueblo colombiano de desarrollo económico con justicia social y, tras un parto de cuidado, nos mete de lleno en la lucha por la unidad nacional de todos los colombianos para salir del hueco económico, político y social en que nos ha dejado el neoliberalismo desde 1990.

Las luchas por un desarrollo con justicia social no son nuevas ni exclusivas de la izquierda en Colombia. Ya en los años 30s del siglo pasado el partido liberal dirigido por Alfonso López Pumarejo intentó en sus dos presidencias modernizar desde arriba al país al estilo del “New Deal” del presidente estadounidense Franklin Delano Roosevelt. Logró imponer leyes que beneficiaban a los trabajadores y la actividad política nacional, pero al tratar de promover una reforma agraria se encontró un bloque monolítico de las oligarquías terratenientes que evitaron el desarrollo capitalista del campo, congelando así por muchas décadas la resolución del principal problema económico de Colombia, la tenencia de la tierra. Alfonso López Pumarejo fue derrocado de su segundo mandato en 1945.

La segunda oportunidad de modernizar al país desde arriba estuvo en manos de un líder popular liberal, Jorge Eliecer Gaitán. A este líder innato, nacido de las entrañas de su pueblo, ni siquiera lo dejaron participar en las elecciones presidenciales de 1949, ya que fue asesinado el 9 de abril de 1948, destrozando una vez más los sueños de los colombianos de una Colombia justa y pacífica. El magnicidio de Jorge Eliecer Gaitán dio como origen un periodo en la Historia de Colombia llamado la “violencia”. Periodo en que los conservadores, padres del movimiento paramilitar en el país, asesinaban a los liberales por el solo hecho de ser liberales. Fue un periodo que desembocó en la formación de grupos guerrilleros influenciados por el triunfo de la novedosa Revolución Cubana.

El presidente liberal, 1966-1970, Carlos Lleras Restrepo, destacado economista, desarrollista y cepalino, intentó llevar a cabo una reforma agraria que muy rápidamente fue paralizada por el siguiente presidente conservador, Misael Pastrana Borrero. Otra frustración más.

Otra posibilidad de crear cambios radicales en Colombia fue la formación de la Alianza Nacional Popular, ANAPO, movimiento populista del exgeneral y exdictador de los años 50s, Gustavo Rojas Pinilla. Buscaba la pacificación del país creando un movimiento político bipartidista (de allí su bandera azul, blanco y rojo) con estilo peronista, con el fin de modernizar a Colombia. El 19 de abril de 1970 el exgeneral gana las elecciones al candidato conservador y descaradamente el presidente de la República, Carlos Lleras Restrepo, literalmente de la noche a la mañana, le roba a la ANAPO las elecciones y envía a las calles a las fuerzas armadas para evitar un estallido social. Resultado de esta nueva frustración: un grupo de jóvenes anapistas forma el grupo guerrillero urbano Movimiento 19 de abril – M-19. A este grupo ingresa, siendo un adolescente, el hoy presidente electo Gustavo Petro Urrego. Allí estuvo de 1974 a 1990, cuando, habiendo firmado un acuerdo de paz con el gobierno del presidente liberal Virgilio Barco Vargas, se convierten en partido político llamado Alianza Democrática M-19. El M-19 llegó a contar con mayoría en la Asamblea Constituyente que aprobó la Constitución colombiana de 1991, vigente hoy día.

El 26 de abril de 1990 fue asesinado Carlos Pizarro Leongomez, máximo dirigente de la Alianza Democrática M-19 y candidato con muchas posibilidades de ganar los comicios presidenciales de ese año. Otra gran frustración popular.

En agosto de 1989 cae bajo las balas del cartel de Medellín Luis Carlos Galán Sarmiento, líder progresista, candidato oficial del Partido liberal, enconado opositor al narcotráfico y partidario de la modernización del país. Desafortunadamente, el escogido para reemplazar al inmolado Luis Carlos Galán fue el tristemente célebre Cesar Gaviria Trujillo. Este nefasto político de la Zona Cafetera llevó a Colombia por los rumbos del neoliberalismo, imitando en todo al proceso chileno de los Chicago Boys, con todos sus paquetes de privatizaciones, ataques a las conquistas laborales y políticas de los colombianos, a los TLC, que ha llevado tanto a Chile como a Colombia a una encrucijada que parece que ya tiene luz al final del túnel.

Ya en este siglo la oligarquía terrateniente se enquista en el poder de la mano del populista de extrema derecha Álvaro Uribe Vélez. Armado hasta los dientes con el movimiento paramilitar y el narcotráfico hasta el pasado 19 de abril, dirigió con mano dura los destinos del país los últimos 20 años. 20 años de represión, de falsos positivos, de robo de elecciones, de dineros turbios en la vida política, persecuciones, corrupción y asesinatos de lideres sociales, populares e indígenas. Persecución a la juventud, sobre todo a los estudiantes. estigmatización al movimiento sindical de los educadores, domino férreo de los medios de comunicación, campañas sucias en contra de todo lo que pareciese en contra del establecimiento. Y la lista continua.

Todo este recuento, a vuelo de pájaro, de la historia política de Colombia tiene como fin entender un poco de donde sale Gustavo Petro y Francia Márquez. Que se logre ver que no es cosa temporal o coyuntural, sino que tiene sus raíces bien profundas en la Historia nacional. Petro y Francia representan a todos aquellos desprotegidos, olvidados, reprimidos, que nunca se han sentido representados por el establecimiento. Por aquellos, que, aunque no les ha ido mal están conscientes de la necesidad de cambios estructurales profundos para desarrollar a Colombia por los caminos del capitalismo, pero con sentido social, de justicia. Teniendo en cuenta a todos los colombianos, no solo a unos cuantos.

El Pacto Histórico tiene unos retos muy difíciles, pero no imposibles, de cumplir. No puede fracasar en su intento, ya que quedaría la explosión social desde abajo y en un país que se caracteriza por ser violento, seria un baño de sangre muy difícil de parar. El Pacto Histórico debe teñir al país de los colores del arco iris, menos teñirlo de rojo.

¡El compromiso es enorme y hay que cumplirlo!

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