Por Diana Miloslavich Tupac
Las medidas de confinamiento agravaron y exacerbaron las violencias que ya vivíamos las mujeres antes del Covid-19. El confinamiento y las convivencias obligadas en su propia vivienda se convirtieron en el lugar más inseguro para las mujeres, niñas y adolescentes.
Durante la pandemia, en el Perú se registraron 125[1] feminicidios, 23 mujeres fueron asesinadas en su propia vivienda compartida con el feminicida; en 42 de ellas, estando en su vivienda entraron a matarlas estando ya separadas, desvinculadas y por no aceptar el agresor su decisión de libertad, de escoger otro camino. De los 13843 casos de violencia sexual el 2020, hemos pasado a enero de este año a un registro de 1580 denuncias. Iniciamos el año con 707 casos de violación, de los cuales 477 fueron a niñas, niños y adolescentes; cada día fueron violadas 15 niñas y adolescentes en cada hora y media.
También se incrementaron las desapariciones de las mujeres. La Defensoría señalo 5521 desaparecidas, mujeres niñas y adolescentes. Para enero de este año ya teníamos 433 reportadas. Por ello mejorar el registro, sin tener estrategias claras de búsqueda inmediata, es preocupante.
Casos emblemáticos. En Tacna fue la desaparición el 28 de noviembre del 2020 y posterior feminicidio de Judith Machaca (20). En 73 días, cuatro movilizaciones ciudadanas, impulsadas, por los familiares, colectivas feministas como Pan y Rosas y la Multisectorial de Mujeres, lograron que autoridades regionales y nacionales apoyaran las excavaciones a un pozo profundo de 80 metros donde encontraron a Machaca y a otra joven aún sin identificar. También fue el caso de la joven dopada, violada y filmada por el hijo de un coronel de la policía en Pisac (Cusco), en un Hostal que se convirtió en centro cultural, un caso en proceso de investigaciones. O el caso de la niña de Shontali (Jaén, Cajamarca), violada por el padre, que intento quemarla y sobre lo cual dijeron que fue un cortocircuito. El agresor fue dejado libre tres veces, en la comisaria y la fiscalía en Cajamarca. Hay una fatria que se teje en los espacios locales y regionales que no ayudan a las mujeres para protegerlas y acceder a la justicia.
Nuevas formas de violencia se visibilizaron este año de pandemia, el espacio digital se volvió un lugar inseguro para las mujeres, con la violencia de género en línea. A la vez, surgieron formas y estrategias de resistencia feminista. La Campaña Somos la Mitad queremos Paridad sin acoso, registro 20 casos de acoso político.
Cabe destacar que a inicios de la pandemia se establecieron salidas diferenciadas de hombres y mujeres, y la comunidad trans se vio afectada con detenciones arbitrarias, al desconocerse el derecho a su identidad y al libre tránsito.
¿Que dicen los organismos internacionales? Este 8 de marzo, Día internacional de la Mujer, la OMS y ONU Mujeres, destacaron que un tercio de las mujeres del planeta, 736 millones, es víctima de violencia física o sexual, generalmente desde muy jóvenes, habiendo sufrido ese flagelo a manos de una pareja o por otras personas. Y una de cada cuatro jóvenes entre 15 y 24 años que ha tenido alguna relación íntima, lo habrá padecido al llegar a los 25.
¿Qué decimos del Pacto Nacional de Lucha contra la Violencia y la Discriminación hacia las mujeres y por el Pleno ejercicio de sus derechos? Un buen gesto gubernamental, pero insuficiente. El Ministerio del Interior solo se compromete a la ampliación de comisarías y actualizar el registro de personas desparecidas, cuando ya señaló la Defensoría y organizaciones feministas y mujeres, las múltiples denuncias por la inadecuada atención a las víctimas de violencia a nivel nacional. Una campaña feminista en redes se denomina #Lapolicianomecuida
Ya tenemos el compromiso de la Ministra Silvia Loli de reestructurar el Programa Aurora para mejorar el servicio más importante para las mujeres. Los servicios de atención urgente SAU, deben crecer, la idea es de un Estado que acuda apoyar a las víctimas de violencia a su domicilio, donde esté, no al revés.
Actualizar el Registro Nacionales de Condenas, es un compromiso del Poder Judicial. Se esperaba al menos un nuevo Acuerdo Plenario para que la administración de justicia nos considere a las mujeres ciudadanas. Es importante que el Ministerio Publico actualice el Registro Único de Víctimas y Agresores y pueda ampliar las cámaras Gessel; han recibido recursos para hacerlos, pero no dicen que harán para mejorar las fiscalías que no admiten casos de violencia de género en el ámbito laboral, entre otros. Los cientos de familiares con sus carteles de sus hijas asesinadas, violadas, en casos que duran años y en sentenciadas desfavorables, necesitan mayores compromisos.
El papel del sistema universitario es fundamental; solo hay una universidad privada que tiene una especialidad en violencia de género. El Estado peruano no cuenta con profesionales especializados en violencia de género para trabajar en los servicios que atienden víctimas; por ello la importancia de que el sistema educativo abra centros de investigación y especialidades, que sea un curso importante en determinadas carreras y acompañados de servicios y políticas que garanticen a las universitarias, estudiantes que su centro de estudios sea un lugar seguro y puedan estudiar sin vivir el acoso. Ahí están los cientos de denuncias.
Corremos el riesgo de burocratizar el pensamiento y las respuestas que le damos al problema, señala Rita Segato[2], destacando también que la repetición de la violencia produce un efecto de normalización de un paisaje de crueldad que promueve en la gente bajos umbrales de empatía.
El dialogo permanente con las mujeres que viven violencias es fundamental; ellas más que nadie sabe qué es lo que necesitan, nuestra solidaridad, acompañamiento y apoyo para que puedan vivir una vida libre de violencias y saber que no están solas, que estamos en una pandemia global, que no hay vacuna, pero que hay esfuerzos y solidaridades. Esperamos que se generen colectividades familiares como las asociaciones de victimas de feminicidios, vecinales, territoriales que puedan fortalecerlas, y buscaremos mejores respuestas porque las que tenemos nos están sirviendo poco y ellas son lo más importante; son actoras centrales en nuestra sociedad.
[1] Fuente: MIMP abril 2020- enero 2021
[2] Rita Segato, Contra-Pedagogías de la Crueldad (Buenos Aires: Prometeo 2018)