Por José Alejandro Godoy
Todas las encuestas aparecidas durante la última semana confirman una misma tendencia: Pedro Castillo le lleva una ventaja significativa a Keiko Fujimori en la contienda por la segunda vuelta. ¿Por qué se ha producido este fenómeno? Aquí algunas explicaciones no cancelatorias entre sí.
Una primera razón se vincula con la campaña de Keiko Fujimori y lo que sus voceros oficiales y oficiosos proyectan y señalan. La apelación ante un posible futuro comunista solo cala de modo más rápido en los sectores más integrados al mercado que están más convencidos de sus bondades y que, además, no son críticos de los errores que se puedan haber cometido en los últimos 30 años en materia de regulación al sector privado o la actuación del Estado más allá que no sea más reducido.
Con ello, Fuerza Popular termina confinado a una defensa a ultranza del status quo, una candidatura conservadora en toda la línea, que no atrae ni siquiera a quienes quieren cambios moderados. Para ser más claro: una burbuja que no pasa de San Isidro y La Molina, como límites distritales. Y esto es aún más clamoroso cuando buena parte de la clase media ha tenido que endeudarse para solventar gastos generados por la pandemia o por el desempleo.
Peor aún, ese mismo sector acomodado y conservador ha desgastado cualquier alusión al “comunismo” cuando ha invocado esto con gobernantes que provenían de filas de izquierda o nacionalistas que terminaron más cercanos a ideas de centro o de derecha (Humala o Villarán) o aquellos que venían de la centroderecha y, por no ser unos talibanes del libre mercado, eran calificados casi como émulos de Maduro, como Vizcarra o Sagasti. Más aún cuando ese mismo sector comienza a amenazar a sus empleados con irse o manda cadenas para “quitarle el DNI” a sus trabajadoras del hogar para que no boten por Castillo.
Una segunda cuestión se vincula con los endosos que ha tenido la postulación de Fujimori. Aquellos que se han producido no solo confirman el perfil arriba descrito, sino que han puesto pocos parámetros de moderación. En el caso de la familia Vargas Llosa, la no mención a las víctimas de Alberto Fujimori resulta ominosa. Y la aparición de Kenji Fujimori parece un pedido de papá antes que una reconciliación familiar.
Y, precisamente, arribamos a la que creemos que es la falla de fábrica de la postulación: el albertismo. Clave para mantener el voto duro en la primera vuelta y, gracias a los errores de sus rivales, suficiente para arribar a la segunda contienda. Sin embargo, varios antifujimoristas han sido claros en señalar que un compromiso real de la postulante de Fuerza Popular sería no indultar a su padre, cuestión que no es negociable por parte de la señora Fujimori. Si a ello se suma la poca credibilidad, varias de sus compañías – es inaceptable que el equipo de salud de FP esté encabezado por los cuestionados Ernesto Bustamante y Alejandro Aguinaga – y el desgaste político de la figura de Keiko durante los últimos cinco años, su postulación va cuesta arriba.
La próxima semana nos ocuparemos más a profundidad de Castillo.