Por Alejandra Castillo
Desde el año pasado nos encontramos en una severa crisis cuyos aspectos más relevantes son la salud y la economía familiar. Este proceso crítico ha generado dos caras de una misma moneda en el capital social de los peruanos.
Para contextualizar, el capital social desde la perspectiva de las ciencias sociales no tiene una definición consensuada. No obstante, en base a la revisión bibliográfica de Bernardo Kliksberg se puede colegir que capital social es el alto nivel de confianza, organización, asociatividad, colaboración, tolerancia y apoyo social entre los individuos de una sociedad. Estos valores positivos mencionados nacen de la cultura de cada sociedad. Asimismo, el capital social es una de las variables que permite el desarrollo sostenible.
Un caso emblemático que evidencia la importancia del capital social y es reconocido a nivel mundial por la academia y la sociedad es Villa el Salvador. En 1971 se produjo la invasión de estas tierras a las afueras de Lima y aproximadamente 50000 personas sin recursos se organizaron para fundar lo que vendría a ser el distrito de Villa El Salvador (VES) en el sur de Lima.
A través de trabajos comunitarios se organizaron en manzanas y, bajo un enfoque descentralizado, formaron unidades organizativas para solucionar los asuntos de la comunidad. Bajo esta simiente alcanzaron varios logros como comunidad en educación, agua, desagüe y salud, entre otros. Cabe resaltar que no es que erradicaran la pobreza de su entorno, pero su organización les permitió un desarrollo rápido de la comunidad. En ese sentido, es un logro desde el punto de capital social porque en general estas personas provenían de las regiones de nuestro Perú y heredaron los valores de cooperación, trabajo comunal y solidaridad que les permitió salir adelante como una comunidad socialmente organizada.
Comprendiendo de manera concreta la importancia de este tema, en el contexto actual podemos apreciar aspectos positivos y negativos dentro del capital social del Perú. En este escenario de pandemia, hemos vuelto a ver revitalizado el apoyo comunitario hacia las familias más golpeadas por la pandemia. Los comedores populares, ollas comunes y la sociedad civil organizada son protagonistas de varias iniciativas para que varias familias no pasen hambre. Bajo el enfoque que revisamos, estas organizaciones que nacieron de la comunidad tuvieron valores organizativos (grado de asociatividad y comportamiento cívico) que permitieron una ayuda transcendental en un contexto de inseguridad alimentaria.
Otro ejemplo de capital social es un caso cusqueño. En San Jerónimo, Cusco, los ukukus (personajes de la fiesta del Señor de Qoyllur) salieron el año pasado en medio de la cuarentena para garantizar el orden en las calles cusqueñas. Se encargaron de organizar el distanciamiento social y la supresión de las aglomeraciones en los centros de abastecimiento. Si bien esta medida tuvo alguna controversia por cuestiones políticas, es un claro ejemplo de cómo una tradición cultural permitió el cumplimiento de medidas para evitar la propagación del coronavirus.
Estas experiencias han sido parte del éxito del capital social en tiempos difíciles que finalmente se convirtió en un soporte comunitario. Sin embargo, en el contexto de elecciones presidenciales, congresales y parlamento andino, hemos evidenciado posiciones discriminatorias y ofensivas que van más allá de una posición política. Es natural en una democracia tener distintas opiniones y opciones política, y más durante elecciones. No obstante, los resultados han reflejado la debilidad del capital social, al apreciarse intolerancia y denigración entre los ciudadanos, o comentarios clasistas hacia el otro. Aún hay brechas para el fortalecimiento del capital social de la sociedad peruana, falta un mayor reconocimiento a nuestra pluriculturalidad que debe aspirar a una sociedad intercultural.
En este sentido, Levi (1996) sostiene que un punto crucial para el fortalecimiento del capital social es el Estado. Debe precisarse que el capital social nace de la sociedad civil y de los valores culturales; sin embargo, también es necesario tener como actor al Estado que desde sus funciones y competencias ejecuta políticas públicas para la generación del capital social por medio de políticas educativas, culturales, sociales.
Como reflexión final, es importante que como ciudadanos incentivemos en nuestros entornos espacios de respeto y tolerancia que muchas veces son debilitados una excesiva confrontación y revaloremos nuestra cultura que es rica y milenaria en muchos aspectos.
Kliksberg, B. (1999). Capital social y cultura, claves esenciales del desarrollo. Revista de la CEPAL 69.