A escasos días de la segunda vuelta, luego del debate técnico, y a la espera del que realizarán los dos candidatos, así como de los últimos resultados de las encuestas, el panorama se empieza a clarificar en ambos lados respecto de la metamorfosis de los discursos que pretenden ser hegemónicos, a través de los cuales se describe una realidad y respecto de la que se formulan propuestas viables e inviables.
Por el lado del candidato de Perú Libre, se aprecia el efecto de incorporar cuadros técnicos en forma improvisada, venidos a último momento desde distintas vertientes, todos con el común denominador de ser antifujimoristas, y de creer más en el profesor Castillo que en el Secretario General del partido, el señor Cerrón; animados quizás por la idea de que ambos son separables, ya que no serían dos caras de la misma moneda, apreciación que, desde hace un tiempo consideramos no sólo errada, sino riesgosa, por cuanto las dos constituyen exteriorizaciones tácticas de un objetivo estratégico.
En este orden tenemos que en Perú Libre el debate evidenció la ausencia de un eje programático común a todos, lo que se agravó como la intervención de Cerrón, Castillo y otros dirigentes, que proponían cosas distintas a las expuestas por los voceros técnicos, con lo que la duda de lo que se hará en un eventual gobierno se comenzó a apoderar de propios y extraños. La inconsistencia es la gran deficiencia del discurso político-ideológico de Perú Libre y su candidato, siendo esta limitación la que no les deja articular una visión y argumento hegemónicos del país que quieren, aunque le resulta eficaz para captar adhesiones.
La otra orilla, la de Fuerza Popular, tiene claro su proyecto, seguir con el mismo modelo económico al que le viene realizando algunos matices que no cuestionan su esencia, por lo que en este extremo la inconsistencia no es su signo; a lo que agrega la acelerada apertura que viene efectuando integrando cuadros de otras organizaciones políticas, y relegando a los propios, desgastados unos y cuestionados otros; camino correcto, pero insuficiente, por cuanto si se entiende que lo que está en juego no es la candidata o el partido sino el modelo, debería avanzar en presentar una propuesta multipartidaria, un Frente Único.
Pero este no es el problema principal de Fuerza Popular y Keiko Fujimori, sino el riesgo de asumir rápidamente posturas autoritarias y de no combatir en forma efectiva la corrupción. En cuanto al primer aspecto, la “democradura”, la postura de autoproclamado futuro Ministro del Interior, Fernando Rospigliosi, ha sido bastante explicita; respecto a lo segundo, la corrupción, más allá de decir que se le combatirá, no se ha planteado nada concreto siendo estas dimensiones la exteriorización de la más grave de sus inconsistencias.
En este contexto surgen interrogantes sobre ¿Cómo garantizar que no se avanzará hacia el endurecimiento de un futuro gobierno?, ¿Cómo se afrontará el tema de la corrupción? Quizás el debate del domingo nos de luces al respecto, pero en nuestra opinión la posibilidad de obtener una respuesta positiva no reside en la firma de compromisos, sino en fortalecer la institucionalidad, consolidando órganos como el Tribunal Constitucional, la Defensoría del Pueblo, el Ministerio Público, el Poder Judicial, la Contraloría General de la República, los Sistemas Administrativos; metamorfosis discursiva y fáctica aún pendiente. El problema actual del Perú pasa por comprender la deuda histórica que tiene la clase política con la gestación, permanencia y fortalecimiento de la institucionalidad democrática. No hay dictadura buena.
En poco más de una semana los peruanos elegiremos a quien y a quienes nos van a gobernar los próximos cinco años. No será una elección cualquiera, sino de opciones distintas y disyuntiva, proceso en el que se han construido imaginarios de uno y otro lado, respecto del actuar presente y futuro de cada uno, todos excluyentes y que han animado la perniciosa polarización; debemos revertir esta tendencia en la que las generaciones del presente y del futuro perderán.
Lastimosamente, llegando casi al final de la campaña electoral constatamos que los discursos poco han avanzado en su conversión de sectarios a hegemónicos, donde lo importante sea no sólo la diferencia, sino también la inclusión del otro en un proyecto político integrador, perspectiva que debería conducirnos al fortalecimiento y ampliación de la democracia. La metamorfosis inconclusa nos deja la preocupación por el mañana del Perú.