Mientras escribo, los resultados de la ONPE YA son irreversibles y Pedro Castillo será el nuevo presidente del Perú. Es probable que se dilate el proceso por los recursos de nulidad presentados, pero la sociedad y sus organizaciones estaremos atentas y vigilantes para hacer respetar los resultados.
Además de esta defensa, nos quedará mucho tiempo para seguir analizando lo que ha pasado en este proceso electoral con nuevas miradas. Aquí presento algunas reflexiones iniciales.
En el caso de los feminismos, los medios abrieron un espacio muy pequeño para expresar la importancia de los derechos de las mujeres y el feminicidio, centralmente. Entramos al debate electoral a última hora. De pronto cobramos importancia en medios que nos habían ignorado en casi todo el proceso electoral. Ha sido difícil seguir sosteniendo que nuestros derechos y agendas son centrales para el cambio que seguimos apostando para nuestro país. En un anterior proceso electoral (2011) cobraron más fuerza las esterilizaciones forzadas a las mujeres, y luego, los avances fueron muy pocos.
Ahora estamos en un nuevo escenario y la democracia ha sido central para los feminismos en las últimas décadas. Por ello alzaremos nuestra voz contra quienes no respeten el resultado de estas elecciones. Seguimos pensando que es preciso fortalecer los organismos electorales que ahora viven momentos difíciles. Afortunadamente se mantuvo el Tribunal de Honor del Pacto Ético Electoral, aunque lamentamos las renuncias inesperadas con argumentos muy débiles.
Necesitamos un Código Electoral que ha venido siendo postergado. Sin duda, hay muchas mejoras que debemos hacer en el sistema electoral. En estos tiempos, al conocer preguntas que se hacen en las encuestas, constatamos que las agendas de las mujeres no entran en las preguntas o lo hacen muy débilmente.
La conducta de los medios de comunicación ha sido lamentable. Han obtenido una pérdida de credibilidad muy grande, difícil de recuperar. Su evidente inclinación por una de las candidaturas ha sido muy evidente, como muestran las denuncias de periodistas que trabajaban en ellos y que, en algunos casos, fueron despedidos o renunciaron.
La conducta de las élites empresariales —que amenazaban con despedir a sus trabajadores y trabajadoras si votaban por Castillo— ha sido infame. A cada quién le tocó su parte: las activistas feministas fueron amenazadas en sus centros de trabajo y en sus barrios, se organizaron talleres en centros laborales para explicar por qué no se debían votar por Castillo… algo inédito. Quizá las nuevas tecnologías donde cada ciudadano o ciudadana es un reportero nos permiten conocer detalles.
¿Cuánto dinero habrá corrido para la campaña de la candidata? En algún momento se conocerá. Muchos personeros y personeras de Castillo fueron voluntariamente el día de las elecciones, y algunos —que conozco— no son nada peligrosos: así lo decidieron. Nadie les pagó ni les llevaron el almuerzo.
Hemos vivido un racismo que ya conocíamos, pero no en esta dimensión en un proceso electoral. Hay quienes, como la historiadora Cecilia Méndez, lo califican de violencia racializada.
Cada proceso electoral nacional o local ha vuelto a colocar en el debate electoral evidencias de las desigualdades sociales, económicas y culturales que venimos viviendo. Hoy, una pandemia inédita coincidió con este proceso electoral. Entonces, con brevedad, pasaba el episodio electoral y la vida de quienes habitamos en este país continuaba y se “normalizaba”. En estos doscientos años de vida republicana que tan poco conocemos parecía que no ocurriría nada extraordinario, y lo que estamos viviendo es una explosión de malestares, miedos y esperanzas que se ha desatado.
No sé que alcance tendrá el profesor Castillo que viene desde la lejana Tacabamba, Cajamarca; pero que llegue a Palacio de Gobierno tiene un simbolismo tan profundo que a este gris bicentenario le ha dado un remezón que nadie imaginó. No sé tampoco cuánto durará en este escenario político crispado, de asustados/as, desconfiados/as, pero ya nos hemos convertido en otro país. Alertados y alertadas estamos. Los cambios son impostergables, no se solucionarán con una Asamblea Constituyente. Refundar el Perú cuando lo que han hecho sus élites en toda la vida republicana es gobernar para unos y unas cuantas, será difícil. Más aún cuando vivimos en un país que no terminamos de conocer y el acumulado de conocimientos que tenemos no ayuda.