Guardando las distancias, el nombramiento de Héctor Béjar en el Ministerio de Relaciones Exteriores se asemejaría a la poco probable posibilidad que Noam Chomsky sea nombrado como secretario del Departamento de Estado de los Estados Unidos. Los méritos académicos de ambos en sus campos han sido importantes, pero también han hecho gala, en varias ocasiones, de tendencias serias a la teoría de la conspiración.
Las declaraciones que han puesto en aprietos a Béjar se vinculan con dos hechos no probados. De un lado, basta leer el Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación – o, si desean un texto más actual, Ríos de Sangre de Orin Starn y Miguel La Serna – para concluir que Sendero Luminoso fue producto de una visión retorcida de la sanguinaria Revolución Cultural china. De otro lado, no existe evidencia suficiente para demostrar que la Central de Inteligencia Americana (CIA) estuvo detrás de la serie de atentados producidos en los últimos años del régimen de Juan Velasco Alvarado, como esgrimían algunos partidarios de dicho gobierno de facto, al que el actual Canciller sirvió como funcionario.
Resulta bastante ingenuo suponer que ambas declaraciones no serían tomadas en cuenta por la oposición – política y mediática – para petardear al gobierno. Volviendo a nuestra analogía, si Chomsky hubiera sido designado por cualquier presidente de los Estados Unidos como secretario de Estado, bastaría una búsqueda en Google para encontrar cualquier declaración que lo complicara en el ámbito interno y externo. Y, por tanto, su nombramiento no se hubiera concretado. Su salida descomprime a un gobierno que estaba complicado en un doble nivel.
De un lado, porque le brindaba un pretexto a la oposición de ultraderecha, que hasta hace pocas semanas enarbolaba declaraciones sobre un fraude inexistente, para buscar vacar al presidente de la República en la línea de un “golpe preventivo”. De otro lado, porque varias de las cuestiones dichas por Bejar en su discurso inaugural en Torre Tagle – incluyendo la incorporación del Perú al Grupo de Contacto para mejorar la situación en Venezuela – sí merecerían ser continuadas por su sucesor al frente de la Cancillería. Y, mantenerlo un día más le hace flaco favor a una agenda que incluye cuestiones importantes como el Acuerdo de Escazú o tratados sobre equidad de género.
Esto no quiere decir que la CIA o la Marina de Guerra deban ser elevadas a los altares. Resulta evidente que el comportamiento de la inteligencia estadounidense en varios países de la región durante la Guerra Fría ha sido contrario a la preservación de la democracia y su conocimiento del Plan Cóndor sin hacer nada para detenerlo es absolutamente criticable. Y también es cierto que nuestra Armada no ha hecho una seria autocrítica sobre casos que involucraron a varios de sus miembros durante el periodo de violencia, que convivieron con innegables muestras de heroísmo y coraje de sus miembros, así como sobre eventos posteriores vinculados a agentes de inteligencia.
Finalmente, resulta importante ver como algunos otrora críticos del Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación ahora colocan párrafos de dicho documento para criticar, con fundamento, al señor Béjar. Bien harían en leer el documento, no solo para encontrar muestras del infantilismo de izquierda del que ha hecho gala el Canciller, sino también para ver que hizo la derecha y las Fuerzas Armadas durante aquel periodo. Las reflexiones y autocríticas no solo deben pedirse al bando contrario. Quizás sea momento que, en el Perú, comprendamos que estamos en 2021 y no en medio de la Guerra Fría. Es algo que el gobierno y la oposición actuales aun no aceptan.