El medio ambiente no ha sido un asunto tratado con la profundidad adecuada en estas últimas elecciones. Esta aparente falta de interés queda demostrada en la escasez de propuestas significativas relacionadas con el medio ambiente mostradas durante la campaña electoral. El grupo Fuerza Popular contenía propuestas que podrían considerarse generales y que hacían suponer una continuidad de la política medioambiental llevada a cabo en los últimos años. Mientras que el partido de gobierno hizo algunas propuestas que implicaban cambios a la política actual, pero sin entrar en detalles sobre cómo implementarlos.
Es posible que la razón de ello sea que estas últimas elecciones se han concentrado entendiblemente en reformas políticas y en la lucha contra la corrupción, pero sobretodo en una confrontación ideológica que dejó poco espacio para las buenas ideas. Lo cierto es que en el Perú el medio ambiente nunca ha tenido un papel preponderante en la agenda política, lo que se explica por el hecho de ser un país en vías de desarrollo que depende económicamente de la extracción de sus recursos naturales. Esto, en mi opinión, es la razón por el que el tema medio ambiente sea percibido como un tema ideológico, secundario y promovido por grupos de interés progresistas. Es, por lo menos, lo que se percibe de los constantes enfrentamientos entre promotores de proyectos extractivos y aquellos que defienden la conservación medioambiental.
El caso Tía María es un buen ejemplo: sectores de la población protestan en contra de la continuación de este proyecto minero, por considerar que afecta al medio ambiente. En este caso, los que defienden la conservación medioambiental son considerados enemigos de la inversión privada y del progreso que ella traería. Pero las tendencias conservadoras suelen mezclarse con las anti-ciencia, como en el caso de Robert F. Kennedy Jr., un conocido anti-vacunas, quien fuera por muchos años abogado en el Natural Resources Defense Council, una conocida organización de defensa del medio ambiente.
La verdad es que la política medioambiental no está ni debería estar asociada a una ideología política. En el mundo, la conservación del medio ambiente ha sido proyecto político tanto de gobiernos conservadores como de proyectos de la izquierda. En muchos países desarrollados, el discurso que predomina es que la derecha suele tener políticas que protegen sus recursos, mientras que la izquierda suele utilizar argumentos de protección medioambiental para expandir el alcance del gobierno. ¿La lucha contra el cambio climático es un tema promovido por la izquierda? Si estuviera vivo, el reconocido economista liberal Milton Friedman argumentaría en favor de la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero a través de gravarlas con un impuesto.
En el excelente The Coming Avocado Politics —que ha inspirado el título de este artículo— Nils Gilman describe la historia de los movimientos políticos medioambientales y advierte acerca del peligro de utilizar un discurso catastrófico cuando se refiere al cambio climático, ya que de esta forma puede ser utilizado para justificar políticas extremas, sustentadas en la xenofobia y el racismo. El ejemplo concreto que señala Gilman es que eventuales gobiernos utilicen el discurso de la conservación medioambiental para cerrar las fronteras a refugiados climáticos —aquellas personas forzadas a trasladarse por las consecuencias del cambio climático— aduciendo que la distribución de recursos de un país tiene consecuencias directas en el medio ambiente cuando la población es más numerosa.
Para evitar extremos es importante “des-ideologizar” la política medioambiental. Hay dos motivaciones importantes para ello: la primera es promover la inversión. Las empresas más grandes invierten en países con estándares de calidad medioambiental altos, debido a cuestiones económicas, pero también porque su imagen depende de ello. La segunda es que las consecuencias del cambio climático van a afectarnos, sin importar donde estemos colocados en el espectro político. Por tanto, la respuesta inteligente y económicamente más astuta es tomar medidas para estar preparados. Estas medidas deben estar enfocadas principalmente en la fiscalización de las reglas existentes, así como en la incorporación de estándares de sostenibilidad en todos los proyectos de inversión.
En el Perú —donde los esfuerzos para controlar las actividades contaminantes y la deforestación son tan publicitados, pero la falta de efectividad de controlar los impactos negativos en los ecosistemas tan evidente— el medio ambiente es como una palta muy madura: verde por fuera y marrón por dentro. Se quiere dar la imagen de un país preocupado por sus recursos naturales, sin embargo, no se hace lo suficiente para cuidarlos y procurar que existan y brinden servicios adecuados a las futuras generaciones. Al parecer, en lo que respecta al medio ambiente, se puede aprender tanto de la derecha y entender el valor de nuestro territorio y sus recursos, como de la izquierda, y no tratar a nuestra naturaleza como una mercancía al servicio de unos pocos.