0,00 S/

No hay productos en el carrito.

19.1 C
Lima
martes, noviembre 28, 2023

Abimael en San Marcos

I

Paredes rayadas con consignas que daban vivas a la “guerra popular” y al “presidente Gonzalo”; movilizaciones pequeñas, pero ordenadas con banderas rojas y exclamaciones distintas al resto de organizaciones políticas; debates masivos en el salón de grados de la Facultad en los cuales primaban la estridencia y la falta de razonabilidad; enfrentamientos -incluso físicos y de otro tipo- que pusieron varias veces en riesgo la vida de los participantes. Esos han sido mis recuerdos universitarios hoy al enterarme del fallecimiento de Abimael Guzmán.

Sin embargo, mi evocación más cruenta fue la de aquella tarde, exactamente en el pequeño patio que daba (y da) a la salida del aula de clases: un reducido contingente de senderistas nos sorprendió, cercó a uno de nuestros compañeros y lo golpeó, produciéndole heridas contundentes en la cabeza. Quienes estábamos alrededor hicimos poco por defenderlo, quizá paralizados por el desconcierto o el temor.

 

II

La imagen que tuve inicialmente de Guzmán provenía de lo que escuchaba de sus militantes (no es una exageración decir “sus” militantes), y de las lecturas de escritos contrarios o favorables que había tenido sobre él. Los seguidores de Gonzalo lo presentaban como invencible, un supuesto conocedor de la ideología, la historia y de las realidades nacional e internacional, decían que era “el más grande marxista-leninista-maoísta viviente”. Ensayistas valiosos de los ´80 escribían que era un “intelectual de otro tipo”, que desarrollaba una “perturbación histórica” que había escindido al Perú. En fin, las opiniones de sus incondicionales estaban atrapadas entre el respeto inconmensurable y la fascinación.

Mis entornos estudiantiles sanmarquinos y el afán por encontrar explicaciones suficientemente consistentes me alejaron de manera radical, de las formas de pensar y de actuar del gonzalismo. Primero encontré definiciones en el mundo de las ideas de izquierda, capaces de sostener que los supuestos argumentos de la “cuarto espada” eran absolutamente endebles; luego, que su interpretación de aquello que pasaba en el país era tan, pero tan forzada, que en la práctica repetían los argumentos de José Carlos Mariátegui, sin considerar que de esa lectura habían pasado ya más de cincuenta años; finalmente, mucha de su práctica se circunscribía a lo que Lenín en su tiempo había denominado “aventurerismo revolucionario” o simplemente “terrorismo”.

 

III

Con esas diferencias bien marcadas, casi desde el inicio de mi vida política, enrumbe por los caminos de la militancia. En no pocas oportunidades vi a mis compañeros debatir con los partidarios de Abimael Guzmán, eran sesiones interminables de las que se obtenía casi nada, pero por lo menos evitaron que el senderismo capture y someta absolutamente a la Universidad. En algunas de las marchas que ellos realizaban y he reseñado arriba, tuvimos cruces de grupo y grupo que terminaron en acciones de violencia, con algunas alumnas y alumnos lesionados. Veo a la distancia esa experiencia y pienso que pudo ser peor, aunque si me tocará volver a hacerlo lo haría, porque no quedaba otra opción: había que defenderse y defender el espacio democrático en el cual estudiábamos.

Y, ciertamente, creo que el modesto aporte brindado por mi generación fue valioso. Muchos entienden que la derrota del terrorismo tiene solo el color del fujimorismo y su intervención de los noventa. Eso no es cierto, antes, durante y después de esa “reorganización” con presencia militar, se desplegaron iniciativas fundamentales que salvaron los claustros. Desde la gestión universitaria, las organizaciones gremiales y los distintos estamentos se impidió la captura de San Marcos.

 

IV

Como se ha podido leer, mi reflexión estuvo enfocada en solo una parte de los escenarios que el senderismo tocó y pretendió subordinar. Obviamente hay otros componentes de la dinámica nacional que sufrieron el impacto pernicioso de los discípulos de Guzmán, una “perturbación histórica” en el más execrable sentido de la palabra. Las decenas de miles de muertos referidos por la CVR en su Informe Final así lo demuestran, también el trauma psicológico y cultural que nos dejó el conflicto, amen del perjuicio producido en contra de la izquierda peruana, ese que algunos (con sus silencios) están ayudando a resucitar.

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here

Columnistas de Hoy

Seguidores

2,913FansMe gusta
510SeguidoresSeguir
5,258SeguidoresSeguir
450suscriptoresSuscribirte

Suscríbete a nuestro boletín

Bienvenido(a)👋 Un placer conocerte. Regístrate para recibir contenido interesante en tu bandeja de entrada.

¡No enviamos spam! Puedes desuscribirte en cualquier momento.