Si la literatura actual tuviese que estar representada por algún escritor exuberante, caudaloso e inagotable, Javier Marías sería sin duda un magnifico representante. Porque su última novela, “Tomas Nevinson”, es eso, y mucho más.
Javier Marías tiene una singularidad: sin necesariamente ser un cultor de la literatura oral, su prosa, abrumadora y exultante, podría generar el equívoco. Sin embargo, el detalle creativo y la originalidad de su lenguaje marcan la diferencia.
“Tomas Levinson” es una novela cargada de alusiones a la vida, a la muerte, a la irracionalidad de la violencia y a la traición. Para no referirse a otros sentimientos que, como el cinismo y la ternura, configuran la trama de una historia sorprendente.
El personaje central de la obra, que le da su nombre además, es un ciudadano español quien subrepticiamente se dedica a tareas de espionaje, incluyendo todo lo que apareja la defensa de los intereses del Estado al cual sirve: suplanta identidades, falsea nacionalidades, hace vidas paralelas, miente y dice medias verdades. Un auténtico farsante.
Como se sabe, España vivió momentos convulsos por la violencia desencadenada por el movimiento terrorista ETA (el ejército de liberación del país vasco). El año 1987 hubo dos atentados particularmente cruentos, uno ocurrió en la ciudad de Zaragoza y el otro en Barcelona. Murieron inocentes, incluyendo varios niños. La conmoción dejó huella en la sociedad española.
El servicio secreto, una década después, le encargó a Tomás Nevinson hacerse cargo (léase matar) a la terrorista (se había determinado que era mujer) que había dirigido los alevosos y cobardes ataques. Según las averiguaciones, la responsable estaba llevando una vida anodina y solapada en un pequeño pueblo en el interior de España. Ocurre, sin embargo, que la sospecha no recaía solo en una sino en tres mujeres, todas viviendo anónimamente en el mismo sitio, sin poderse precisar cuál de ellas era realmente la culpable.
El trabajo de Tomás Nevinson era, primero, identificar cuál de las tres era la responsable y, luego, eliminarla, vengando los repudiables atentados.
Javier Marías en el desarrollo de la trama hace que el personaje de Tomás Nevinson recuerde su matrimonio con Berta Isla y evoque a su familia viviendo en Madrid. Nótese que en su anterior novela, cuyo título era precisamente “Berta Isla”, hay una referencia similar. Aunque Marías se ha encargado de aclarar que su nueva obra no es una secuencia de la anterior, sí ha reconocido sus múltiples conexiones.
Hay otra nota distintiva en la calidad literaria de “Tomas Nevinson”: el fluido intercambio del punto de vista del narrador de la historia. Javier Marías, con gran discreción, hace que el relato lo cuente el propio personaje así como una tercera persona ajena a la trama.
En el pequeño pueblo de Ruán, donde viven las tres mujeres, cada una dedicada a sus propios quehaceres, se toma conocimiento de un nuevo atentado de ETA como consecuencia del cual se asesina, sin escrúpulos, a un concejal provinciano. Entonces, Tomás Nevison, convertido en Manuel Centurión, profesor de inglés del colegio del lugar, estudia detenidamente las reacciones de las tres mujeres con quienes ya había establecido relaciones como nuevo vecino de la localidad.
Mientras suceden estos hechos, el agente Tomás Nevinson mantiene diversos contactos con sus jefes acerca de los avances de la misión. En un determinado momento, recibe la orden de eliminar a las tres mujeres, ya que no había logrado determinar cuál de ellas era efectivamente la culpable.
El encargo produce en el espía una serie de perturbadoras reflexiones sobre la vida y la muerte. A pesar de ser un agente con experiencia y larga trayectoria, Tomás Nevinson no deja de conmoverse. Las figuras de su esposa y sus hijos lo auxilian en aquel dramático trance.
Javier Marías es un escritor que te involucra en la obra. Conforme lo vas leyendo sientes que te envuelve, que la historia te atrapa esperando algo mejor. La exuberancia entonces se justifica.
Si alguien quiere buscar literatura creativa, singular, aquella en que la cantidad es equivalente a su calidad, las casi setecientas páginas de “Tomas Nevinson” constituyen una buena prueba.