Cuando uno lee este libro lo que hace es escuchar a Emmanuel Carrére, quien precisamente por sus virtudes literarias acaba de ser galardonado con el Premio Princesa de Asturias 2021, el prestigioso reconocimiento que España concede a los grandes escritores.
Carrére tiene una singularidad: es un escritor confesional, una especie de amigo dialogante, alguien cercano y de confianza. Sus libros anteriores, caracterizados por la autoficción, la confesión personal, constituyen su sello característico y por eso ha conseguido el indudable logro artístico que ostenta.
“Yoga”, su última obra, no es una excepción sino todo lo contrario, una confirmación de lo que lo distingue: su acercamiento personal.
El libro reúne un conjunto de experiencias personales cruzadas por la búsqueda de la meditación, la paz interior y la tranquilidad espiritual, no obstante el permanente cuestionamiento y la declarada inestabilidad emocional que el autor enfrentaba al momento de escribirlo.
Empieza con el retiro para practicar el yoga en un lugar especialmente ambientado para ello: un paisaje bucólico que invita a la contemplación, al silencio y a la soledad. En primera persona, Carrére nos cuenta sus impresiones, las sensaciones que tiene, la cuidada alimentación del lugar, las conexiones con la naturaleza. Repentinamente, sin embargo, esa entrega al descanso y a la búsqueda interior se ve interrumpida porque se había producido el vil ataque terrorista al semanario satírico “Charlie Hebdo”, en París, y un amigo cercano de Carrére había perdido la vida en el atentado. Se le pidió que diera unas palabras en el entierro. No se pudo negar: intentar buscar la paz personal tuvo el remezón de la cruda realidad. El yoga tuvo que quedar de lado.
Luego Carrére relata el encuentro enigmático con una mujer con la cual, sin conocerla, inicia una relación íntima e intensa. Hay singularidades en la experiencia que con el lenguaje del autor se hacen más sorprendentes. Nos cuenta que antes que palabras, los amantes utilizaban gestos, y el entendimiento fluía naturalmente: una mirada, una mueca, otra gesticulación; el diálogo corporal se imponía y evitaba, por innecesaria, cualquier conversación. La prosa de Carrére es simple, cercana, escueta y convierte en vívida esa muda relación humana.
La sección dedicada al tratamiento de su locura o desquiciamiento mental es tan personal pero al mismo tiempo tan sincera, que no cabe duda de que Carrére ha pasado malos momentos en su vida, y ha decidido compartirlos a través de su literatura franca y accesible. Diagnosticado como bipolar estuvo al borde del suicidio. Los entretelones de ese encierro obligado en un sanatorio psiquiátrico, los exámenes a los que fue sometido, los tratamientos que recibió, los reportes médicos de sus avatares, avances y retrocesos, todo condensado en una confesión tan sentida como genuina, convierten a Emmanuel Carrére, otra vez, en un amigo confesándose, auténticamente, con el lector.
El relato acerca de los chicos inmigrantes, a quienes imparte un taller de escritura, es conmovedor. No solo por las historias personales de los tres muchachos, sino por la afinidad afectiva que Carrére va sintiendo conforme los va conociendo. De dónde son; cómo iniciaron su viaje; cuáles peripecias tuvieron; cuánto tiempo demoraron; qué relaciones mantienen con sus familias. El autor confiesa su inmensa pena por el injusto sufrimiento que la vida les ha deparado, incomprensiblemente, a estos seres indefensos, como a tantos millones de gentes en el mundo.
Y esta historia se cruza con la mujer que lo invitó a dictar el curso literario. Ella vive en una desconocida isla griega, en una casa incomoda, con espacios desperdiciados y sin ubicación para disfrutar de la belleza natural del paisaje del lugar. La mujer es como ese sitio: sin inspiración y sin atractivo. No obstante, comparten el devenir diario, la rutina de las clases que Carrére imparte y los avances de sus precoces alumnos, hasta que ella simplemente desaparece, se despide y nunca más se vuelven a encontrar.
“Yoga” es pues, una obra que suma a la vocación literaria de su autor, Emmanuel Carrére, un galardón más de su sinceridad intelectual, su solvencia artística y su compromiso con los demás.