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jueves, abril 25, 2024

Un balance de la COP 26

En el año 2009 se celebró la decimoquinta Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (la COP, por sus siglas en ingles) en la ciudad de Copenhague. La reunión era antecedida por mucha expectativa, pues se esperaba aprobar un nuevo acuerdo que reemplace al fallido Protocolo de Kioto. Sin embargo, la reunión se vio marcada por irregularidades logísticas y en el proceso de negociación, que finalmente culminó sin acuerdo. Los países desarrollados, liderados por los EEUU y la Unión Europea, tejieron un acuerdo sin la participación de otros actores clave del mundo en desarrollo, lo que desencadenó un descontento general que terminó por llevar la conferencia a no obtener los resultados esperados.

 

En esa conferencia, sin embargo, se hicieron compromisos importantes, como el de facilitar USD 100 mil millones anuales a partir del 2020 para los países en vías de desarrollo. Tardó un tiempo para que el proceso intergubernamental sobre cambio climático vuelva a generar la confianza necesaria a todos sus participantes. Finalmente, se llegó al Acuerdo de París en el año 2015, que es el instrumento central en este proceso.

 

El sábado pasado, luego de dos semanas de reuniones, en la COP 26 celebrada en Glasgow se llegó a cerrar la reglamentación del Acuerdo de París y se sentaron los elementos necesarios para su implementación. El resultado está contenido en la decisión llamada Pacto Climático de Glasgow, que es acordada por los 196 países que participan en el proceso.

 

Lo bueno:

 

  1. La decisión contiene un reconocimiento de los más recientes datos científicos respecto al cambio climático que es esencial para mantener la meta de no superar los 1.5°C de aumento de temperatura. También reconoce expresamente que el cambio climático antropogénico ya ha causado un aumento en la temperatura global de 1.1°C y que nuestro presupuesto de carbono (que es la cantidad de gases de efecto invernadero que podemos emitir en el tiempo para evitar un calentamiento catastrófico) se está acabando rápidamente.
  2. Se termina de reglamentar el Acuerdo de París, estableciendo: plazos comunes para comunicar y actualizar los compromisos nacionales (NDC, por sus siglas en inglés); las reglas y procedimientos para un mercado de comercio de emisiones que le permite a los países ricos comprar compensaciones de emisiones de otros países (como plantar arboles en países menos ricos) para evitar tener que reducirlas ellos mismos; así como reglas referidas a la transparencia de información que comunican los países.
  3. Incorpora lenguaje respecto a la reducción gradual del uso de subsidios al carbón y a los combustibles fósiles. Esta incorporación era importante para muchos países que veían la necesidad de presionar a aquellos que subsidian las fuentes que contribuyen significativamente al cambio climático y que fue materia de discusiones hasta minutos antes del cierre de la reunión.
  4. Finalmente, el acuerdo, en el que tal vez sea el resultado más importante, solicita a los países a revisar sus NDC con el fin de que comuniquen uno más ambicioso para el año 2022. Si los países con emisiones más relevantes contribuyen con una revisión honesta y significativa, podría implicar un paso sustancial hacia el éxito del Acuerdo de París, ya que los compromisos actuales nos llevarían a un aumento de temperatura por encima de los 2°C.

 

Lo malo:

 

  1. En general, se ha seguido con la tradición de este proceso de no avanzar mucho y resolver poco. No se trata de un acuerdo con resultados muy concretos ni ambiciosos y lo más resaltante no es lo que contiene, sino lo que le falta.
  2. En ese sentido es relevante la crítica expresa hacia los países desarrollados por no haber cumplido su compromiso de movilizar los USD 100 mil millones anuales a partir del 2020. Respecto a este compromiso sólo se hace un llamado para doblar esa suma hacia el año 2025.
  3. Durante la primera semana de la conferencia se hicieron varios compromisos colectivos —sobre deforestación, reducción de metano, transporte, energía y financiamiento— de manera paralela al proceso de negociaciones. Muchos de estos compromisos contienen metas poco concretas y con plazos muy alejados. Se critica que, al hacer estos compromisos fuera del proceso formal, se está produciendo un discurso paralelo que distrae la atención de los compromisos necesarios y que aplazan la acción climática.
  4. A pesar de que muchos países en vías de desarrollo y organizaciones de la sociedad civil presionaron, no se incluyó ninguna decisión relevante respecto a la responsabilidad de los Estados que más han contribuido al cambio climático por las pérdidas y daños ocasionados en otros países.

 

Al igual que la conferencia en Copenhague, esta de Glasgow estuvo acompañada de mucha expectativa. Se decía entonces que el destino de la lucha contra el cambio climático estaba en manos de los delegados de esa conferencia (incluso se llegó a llamarla “Hopenhagen”, usando el slogan de campaña de Barack Obama, quien fue uno de sus participantes más relevantes). La conferencia de Glasgow también generó muchas expectativas, pero, a diferencia de 2009, parece que los políticos aprendieron la lección e hicieron lo posible para vestir de éxito un resultado blando. A veces no está mal tener un momento en el proceso en el que todo está mal; donde se ha perdido la esperanza y se cuestiona todo. Eso ocurrió en el año 2009 y desencadenó en el Acuerdo de París, que, pese a sus carencias, es el mejor instrumento internacional que existe para la lucha contra el cambio climático.

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