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domingo, diciembre 3, 2023

UN PROFESOR CON 100 DÍAS DE GOBIERNO

La nueva política educativa que no se consolidó

Cuando el profesor Pedro Castillo llegó al gobierno, generó, en una parte de la población, una gran expectativa. Se trataba de un maestro rural, venido de ese sector por años ninguneado y excluido, por tanto, con la sensibilidad y la mirada distinta. La visión del otro Perú. Se esperaba entonces una política más equitativa y descentralizada. Han pasado 100 días en el gobierno y la expectativa se ha ido tornando en desilusión. Lo que se constata no solo es la incapacidad personal para lograr esa nueva política, sino que la cruda lucha de poder y las encrucijadas político-económico no parecen permitir esa añorada visión integral y equitativa. Sin embargo, de dicha contrastación no debemos pasar a la frustración o al discurso destructivo; por el contrario, la crítica sana y racional es siempre constructiva y esperanzadora. Como no puedo analizar todas las dimensiones de esa nueva política esperada, me centraré en uno que realmente causó gran interés, el sector educativo.

El tema educativo fue uno de los que más expectativa causó debido a que se trataba de un profesor de aula y dirigente gremial que, por tanto, contaba con un conocimiento directo del sector. La designación de Juan Cadillo (reconocido entre los 50 mejores maestros del mundo) en el MINEDU y sus palabras en el mensaje inaugural llamando a una sensibilización por la inequidad en el sector educativo, hacían crecer aún más las esperanzas. Además, se anunciaba la creación de un Ministerio de Ciencia y Tecnología lo que permitía intuir que en su idea de ‘educación’ no estaba solo la imagen del profesor en el aula, sino la idea de una sociedad que forma ciudadanos en conocimientos. En esos tres elementos se sumaban meritocracia, equidad y ciencia, es decir, Educación Integral; algo ajeno todavía a las visiones políticas que han marcado nuestra historia.

Esa Educación Integral significa construir una sociedad del conocimiento, con individuos que se forman para ser parte de esta, desarrollando un crecimiento intelectual, moral y emocional. Ese sentido de la educación no se ve cuando nuestra visión se centra solo en el aula de clases. Esa visión de la educación compromete a la sociedad en su conjunto y a todos los actores políticos. Esa visión de Educación Integral exige que los mensajes que la acción política genera o los que se promocionan en los medios de comunicación sean coherentes con los que se explican en el aula. Fatal es que en el currículo escolar se proponga una educación en valores y en la vida política se constata falta de escrúpulos o escasa visión hacia el bien común. Incongruente es plantear en la escuela una educación para la democracia y demostrar que la política real es insana lucha de poder mezquina y arribista.

La real y cruda política nacional nos ha revelado que estamos lejos de ese sueño, lejos de ese compromiso coherente de parte de todos los actores políticos. Pero hoy debemos hacer palpable la manera en que el propio Presidente Castillo se ha alejado de esa primera intuición. Más allá de que el ambiente sea adverso, él mismo, errático, poco comunicador, con escasa visión integral, ha sido tan poco congruente con esa Educación Integral que se intuía en los inicios del gobierno. Lo que pudo ser una gran oportunidad, se ha vuelto hacia la misma incoherencia de siempre, en donde se le exige al profesor que desarrolle en sus alumnos aquello que la sociedad y la política ni vive, ni fomenta, ni premia.

El Presidente Castillo ha revelado hasta ahora que su visión es la del dirigente sindical y nada más. Eso reduce dramáticamente su mirada hacia solo una de las dimensiones implicadas en la educación: el profesor. Pero, en lugar de liderar una sensibilización hacia ese sector profesional, menospreciado por décadas, ha fortalecido la desunión y la lucha entre sindicatos rivales. En lugar de alentar la meritocracia apoyando desde abajo al maestro para lograr esa superación, ha preferido apostar por la contrarreforma educativa que permita la victoria del facilismo en función de una falsa sensibilidad. Del maestro rural o del profesor de aula en entidades públicas que en esta pandemia ha sido un verdadero héroe anónimo, todavía no se ha escuchado ningún reconocimiento, ni apoyo real a su sacrificada labor.

El tema universitario padece de un silencio peligroso, en un escenario en el que hay mucho poder económico queriendo marcar las reglas de juego. No se puede pensar en esa sociedad que queremos si no es con universidades bien logradas, con claros pilares en educación, investigación y divulgación. Lo mejor que tenemos en eso es la SUNEDU y, aunque es mejorable, requiere de un gran y real apoyo de parte del gobierno. Apoyo que, salvo algunas menciones y promesas, todavía no se ha hecho efectivo. Mas, la universidad no camina si no es con la investigación y la ciencia al lado, impulsándose mutuamente. Esto requiere de un gobierno que se comprometa a sostener y alentar las instituciones que velan por la creación de conocimientos en una visión tecnológica, humanista y social. Esta dimensión tampoco ha parecido prioridad todavía para el gobierno.

¿Y cómo fue tratado el principal actor de la educación, el educando? Aquí quiero centrarme en los niños y adolescentes. Hay mucho que considerar en este sector, pero es claro que el problema emocional se ha vuelto prioritario a partir de la pandemia. También aquí se nota un gobierno errático y sin liderazgo. El mensaje claro hacia ese gran sector importante de la sociedad no ha llegado. Al contrario, cuando se han decidido abrir casinos y discotecas antes que sus escuelas, aquellos centros de socialización y consolidación de la personalidad, el mensaje indirecto ha sido nefasto. Los niños y adolescentes todavía no han sentido que realmente un profesor de aula está en Palacio de Gobierno.

Quedarían muchos temas por analizar y en todos encontraríamos solo silencio y postergación. Ante esto, algunos prefieren ver una revelación de lo que serán los próximos 1725 días de gobierno, más yo prefiero verlo con esperanza. Yo mismo soy educador y la esperanza es una condición sine qua non de la educación. Presidente Castillo, todavía se puede volver a esa primera intuición, la de una Educación Integral, en la que el tema educativo sea columna vertebral de las decisiones en el Consejo de Ministros. Para ello se requiere liderazgo, visión amplia, capacidad comunicativa y saber asesorarse cuando algo no se conoce. Estas no son exigencias nuevas para usted, son las características que todo educador lleva cuando se presenta a un aula de clase. Que regrese la ilusión de ver a un Maestro en el Gobierno.

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