Decía Giovanni Sartori, el entrañable politólogo italiano, que un sistema de partidos podía tener muchos o pocos partidos y que eso determina la mayor o menor fragmentación del sistema; pero, acotaba Sartori, la cantidad no es lo más importante para “contar partidos”.
Sartori propuso un nuevo enfoque según el cual los partidos que cuentan son aquellos que tienen capacidad de influir en el gobierno, bien sea porque –siendo grandes o pequeños- se encuentran en la posición de formar coaliciones que sostengan el gobierno o porque tienen posibilidades de reconducirlo sin formar parte del mismo. Estos últimos son los que llamamos partidos de oposición.
A casi ocho meses del Gobierno de Pedro Castillo, los partidos políticos con representación parlamentaria –los únicos reconocidos como tales según la legislación peruana- han ido y venido de un lugar a otro que dificulta determinar cuáles son efectivamente de oposición e, incluso, cuáles son de gobierno.
Castillo llegó a la presidencia de la República de las manos de Perú Libre, partido al cual fue invitado, y logró formar su primer gabinete gracias a un acuerdo entre Perú Libre (PL) y Juntos por el Perú (JP). Si nos guiamos por la cantidad de congresistas que obtuvieron, Perú Libre puede ser catalogado como un partido grande y Juntos por el Perú como uno pequeño.
La coalición de izquierda formada por PL y JP perdió la conducción del Congreso de la República ante una alianza de partidos de derecha que cedió la presidencia a una representante de un partido tradicionalmente de centro: Acción Popular.
El primer gabinete de Castillo fue un fracaso total y fue reemplazado por uno presidido por una lideresa de izquierda sin partido, pero con alto reconocimiento pese a su corta trayectoria en la política. Una premier a la cual el presidente casi nunca escuchó, grave error que motivó su renuncia a la Presidencia del Consejo de Ministros.
Luego intentó un gabinete de escasísima duración que ni siquiera llegó a presentarse ante el Congreso. Castillo tiene ahora su cuarto gabinete encabezado por un abogado sin partido ni trayectoria política cuya principal virtud es ser un férreo defensor del presidente de la República.
La inicial coalición entre PL y JP se ha roto, mientras que desde el Congreso la presidenta proveniente del centrista Acción Popular se muestra más bien como vocera de la derecha conformada por Fuerza Popular, Renovación Popular, Avanza País y Podemos Perú. Acción Popular es un partido que vive hace décadas en una permanente división y los partidos que la acompañan se encuentran en una evidente “confusión”, por llamarlo de alguna suave manera.
Por un lado, los voceros de la derecha parlamentaria insisten en la vacancia o renuncia del presidente Castillo cuya legitimidad de origen -la que procede de las urnas- no terminan de aceptar y, por otro, se abrazan entre sí y con Perú Libre para anunciar una tregua en la que nadie cree[1].
La derecha supuestamente opositora no tiene los votos suficientes para la vacancia de Pedro Castillo, pero, aunque sí los tiene para censurar al cuestionadísimo ministro de transportes y comunicaciones no firma la moción correspondiente. Más aún, la derecha parlamentaria vota con frecuencia igual que la izquierda perulibrista para aprobar normas en contra de la reforma universitaria o para “blindar” a congresistas que difaman y vulneran abiertamente el reglamento de ética del Congreso. Es justo reconocer que hay excepciones notables en varios partidos.
Grupos de intereses que se mueven entre la ilegalidad y la mafia aparecen como transversales en todo el abanico parlamentario, con lo cual las posibilidades de un efectivo control político –propio de la oposición- se esfuman rápida e impunemente.
Si el escenario político continua como hasta ahora, el gobierno y el congreso sobrevivirán, pero no tendremos partidos ni de gobierno ni de oposición. Seguiremos, entonces, por tiempo indeterminado al vaivén de “líderes” políticos carentes de orientación. La teoría política parece insuficiente para entender lo que pasa en el Perú y mi temor es que avancemos hacia una situación de inviabilidad, el piloto automático no es infinito.
[1] https://larepublica.pe/opinion/2022/02/19/los-abrazos-por-paula-tavara/