¿De qué hablar esta semana si han pasado tantas cosas, cada una peor que la otra? Tal vez de que todas vienen de quienes deberían garantizar que podamos ser una mejor sociedad, con mejor educación y mejores ciudadanos, superando nuestras taras para tener una sociedad mas inclusiva, mas justa, menos violenta y más respetuosa del otro… pero no.
¿Qué es lo que tenemos estos últimos días? Un sinfín de sinsentidos, desde el golpe final a la SUNEDU hasta la aprobación del proyecto de ley que mina el enfoque de género y la educación sexual integral en la educación peruana.
Hace muy poco se supo que violaron a una niña de tres años; hace dos días un niño venezolano fue golpeado hasta casi la muerte por algunos de sus compañeros en la escuela; hasta el momento, más de 900 niñas de 12 a 16 años han dado a luz, criaturas que crían criaturas. Es en este ambiente en el que el congreso intenta acabar con dos de los pilares de una sociedad progresista y diferente: el que vigila la educación universitaria, y las bases de una educación primaria y secundaria que puedan evitar este tipo de atrocidades.
Solo cuando una sociedad invierte sus mejores esfuerzos en su niñez y en su juventud, es cuando esa sociedad mejora y progresa, pero ¿qué nos espera ante este panorama desolador? ¿Como es posible que la oposición al enfoque de género logre 87 votos de 130 congresistas? ¿Es esa la representatividad de nuestro país? ¿Es eso lo que somos como sociedad?
Con esas preguntas tan atroces y desoladoras ¿es posible que cerremos los ojos ante estas barbaridades sin mover un dedo?
Una educación sexual integral con enfoque de género tiene como bases principales enseñar a los niños que todos somos iguales, que todos merecemos respeto, que las mujeres no somos objeto de deseo y de uso, sino más bien seres con la misma autonomía y derechos que los hombres, que las tareas domésticas son labores comunes y corrientes que todo ser humano debería mínimamente saber y desarrollar. Una educación sexual integral le da armas a nuestros niños para identificar el abuso sexual del cual podrían ser objeto, les da la oportunidad de conocer sus propias expresiones físicas sin miedo ni tabúes, les da espacio para reconocerse como seres provistos de deseos y de errores, y los deja entender que todas esas sensaciones extrañas y a veces incontrolables son parte de nuestra naturaleza humana.
¿Cuántas mujeres desaparecidas o asesinadas hay en nuestro país? Miles.
¿Cuántos niños y niñas violadas? Cientos
¿Cuántas madres adolescentes con la vida truncada por un hijo no deseado? Miles también.
¿Cuántos niños dañados por ser fruto de deseos incontrolables que no supieron ser reconocidos?
¿Es tanto el miedo que sienten los padres y los más recalcitrantes protectores del patriarcado a que se enseñe a nuestros niños y adolescentes qué es un método anticonceptivo, que deben usar condón para evitar ETS y embarazos no deseados? ¿Tanto nos molesta como sociedad que los jóvenes puedan aprender a disfrutar de su sexualidad libremente? Pero sobre todos esos miedos aparentes ¿tanto nos molesta que puedan aprender a respetar al prójimo, sea hombre o mujer?
Si, nuestro país es sumamente conservador, y a pesar de eso se había logrado mucho; habíamos creado avances en el camino hacia una mayor calidad de la educación y una transformación verdadera en la base de la infancia y adolescencia para intentar tener mejores adultos en el futuro, avances que este congreso ha destruido como quien tira una torre de naipes. Y lo hace como parte de un juego de dádivas y prebendas miserable; lo único que vale ahora no es la dizque ideología que solían sostener: lo que vale ahora son sus tratos bajo la mesa.
¿Cuán recalcitrantes pueden ser los seres humanos sin importar a que partido o ideología pertenezcan, cuando están idiotizados con temores sin sentido a una libertad y libre albedrío que los aterra por su propia naturaleza oscura y temerosa?
Puede ser que aún estemos por descubrirlo. Pero parece ser muchísimo.